Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 5 diciembre 2018 - 12:32 pm
Categoría: General

David Barbero
-Ayer asistí a la representación de ‘Tiempos mezquinos’ en el teatro Arriaga de Bilbao. De esa manera, completaba mi visión sobre este proyecto. Hace exactamente una semana había asistido a la representación en euskera de la misma obra. Entonces con el título de ‘Garai zekenak’.
-No se puede decir, con exactitud, que sean una versión de la obra ‘Hedda Gabler’ de Henryk Ibsen. Es un nuevo texto escrito por Denise Despeyroux a partir de la obra del inmortal autor noruego. Por esa razón, se puede considerar un acierto el cambio de título. Así las cosas quedan más claras.
-Hedda Gabler es uno de los personajes más emblemáticos de Henryk Ibsen. Y también de los más enigmáticos. Representa una personalidad femenina muy complicada, llena de contracciones internas, con sutiles manías agresivas hacia los que la rodean y hacia sí misma. Incluso se la puede considerar con el símbolo de una época y de una clase social. Es aristócrata y además pertenece a una familia de militares.
-En el proyecto actual, dirigido por Raúl Cancelo, hay un premeditado intento de acercar el texto y los personajes al momento actual y también a la realidad del País vasco. Así a los personajes se les pone nombres y apellidos habituales hoy y aquí. El único nombre que se respeta es el de Hedda. Y sólo el nombre propio. No el apellido. Además, la acción se coloca en una universidad actual y cercana.
-Estos cambios lógicamente dan otro carácter y otro valor a la propuesta. Hacer una investigación académica ahora o realizar una oposición para profesor ayudante no tiene el significado que tenía entonces. De esa manera, la entidad de los personajes y la fuerza de los conflictos adquieren dimensiones devaluadas.
-Tiene otra característica interesante este proyecto actual. No se representa en el escenario del teatro. Las escenas tienen lugar en diferentes lugares del edificio. Los espectadores deben seguir a los actores. Además, se pone máscaras al público para convertirlo en ‘voyeurs’. Esto crea un ambiente diferente. Convierte la asistencia en una aventura activa e itinerante. La grandiosidad de los lugares elegidos fortalece notablemente la plasticidad de la acción.
-Se nota también una entrega entusiasta por parte de los integrantes del elenco, protagonizado por la actriz Miren Gaztañaga. Sin duda, este personaje de Heda, aunque no sea Gabler, quedará en su memoria y también en el recuerdo de los asistentes.
-En resumen, un meritorio trabajo por parte de los implicados en el proyecto.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 2 diciembre 2018 - 11:36 am
Categoría: General

David Barbero
-No pretendan encontrar una segunda intención en el título de este comentario. Se trata de un mero juego de palabras.
-‘La culpa’ es el título de la obra que vi ayer en el teatro Serantes de Santurtzi. Era la clausura del festival internacional que anualmente se lleva a cabo en ese local durante los meses de otoño. Ésta ha constituido la edición número 39. Los organizadores dicen que ha sido muy bien recibida por el público.
-El ingenuo juego de palabras del título no viene a decir más que el autor del texto es el escritor y cineasta norteamericano David Mamet. Yo personalmente le tengo en una gran estima. He visto casi todas sus obras que se han estrenado por aquí. Y me han interesado. También he leído sus textos teóricos. Y me han sido útiles.
-La obra de ayer acaba de ser estrenada. La representación era una de las primeras. Eso quiere decir que está poco rodada. No es que hubiera fallos, ni mucho menos. Pero es muy posible que, dentro de un tiempo, todos los elementos y hasta las complicidades de los actores estén más encajados. Ayer daba la sensación de que se está en ese proceso.
-El título refleja claramente que el objetivo de análisis es la culpa. La culpa psicológica por encima de la culpa judicial. Quizá se podría decir que es el sentimiento de culpa.
-Eso hace que el desarrollo de la obra no incida en la investigación judicial o policial para descubrir, con intriga, aspectos no desvelados de los hechos. Se trata más bien de escenas y conversaciones circulares alrededor de ese mismo punto de la emoción o sentimiento de culpabilidad
-Tal característica argumental lleva a que los actores adopten una actitud más introspectiva. Como si tuvieran que dar una plusvalía de significado a cada movimiento y cada palabra.
-El intérprete principal es el actor Pepón Nieto. En esta ocasión, asume un papel exclusivamente dramático. No debe tener ni un solo matiz que lleve a la comicidad. De ello, se debe encargar lógicamente él. Pero también tienen que asumirlo los espectadores, que están acostumbrados a reír el menor de sus gestos. Completan el elenco Ana Fernández, Magui Mira y Miguel Hermoso. Todos están bajo la dirección del omnipresente Juan Carlos Rubio.
-Hay que aludir también a que el adaptador del texto es Bernabé Rico. Él es también el promotor de la producción.
-En conclusión, quizá deban esperar unos días antes de ver la obra.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 1 diciembre 2018 - 11:16 am
Categoría: General

David Barbero
-Ayer, por la tarde casi de noche, acudí al Teatro Arriaga de Bilbao con un grandísimo interés. Fui a ver la obra de teatro ‘Ibsen: Un enemigo del pueblo(Ágora)’. Alex Rigola figura como adaptador y director. Entre los intérpretes, hay nombres tan conocidos como Israel Elejalde o Irene Escolar. Destaca, además, que la producción sea de la muy estimable factoría del Teatro Kamikaze de Madrid.
-Mi interés se basaba en considerar como un grave riesgo y, a la vez, un apasionante reto atreverse a adaptar a Henryk Ibsen en profundidad. También se había anunciado que, en esta adaptación, se reflexiona sobre la ética, la democracia, el derecho a votar y otros asuntos importantes para la convivencia social. Esos alicientes lógicamente aumentaban el atractivo.
-Otro motivo añadido de curiosidad estaba en saber que el muy estimable y estimado director Alex Rigola está, desde hace tiempo, preocupado por analizar dos aspectos de interés: La comunicación entre el creador teatral y el público, y, por otra parte, la relación entre el actor y el personaje.
-Estas eran, sintetizo, las principales inquietudes que yo llevaba mientras me acercaba ilusionado al teatro municipal del Bilbao.
-Con esta introducción, me he comprometido ya a tener que exponer lo que pensaba, hora y media más tarde, tras asistir apasionadamente al espectáculo.
-El tono de este trabajo queda marcado desde el principio por lo que se presenta como una introducción de recurso. Los intérpretes deben encargarse de que los espectadores tengan cartulinas para contestar a preguntas que les van a hacer. Además, realizan una comprobación para ver si el público sabría o no contestar a esos test.
-En esa introducción, el tono del espectáculo no es colocado en un nivel de exigencia muy elevado por parte de los creadores teatrales. Las preguntas versan sobre lo que llaman en general democracia, o la responsabilidad de las compañías teatrales que piden subvenciones o la ocurrencia sobre seguir o no con el espectáculo a modo de protesta. En la formulación de las cuestiones, no se hace gala precisamente de rigor en la precisión de los términos ni en el planteamiento de la cuestión. Se hacen unos planteamientos genéricos y se sacan conclusiones precipitadas, poco analizadas, ingenuas y contrastadas.
-De esa manera, la ambición anunciada como objetivo de la obra queda bastante devaluado. Suena a poco consistente. Como si hubiera sido elaborado con frivolidad. A modo de juego escénico de un ensayo general. Quizá adquiere apariencias de pretencioso. Pierde, por lo tanto, credibilidad, por falta de rigor.
-La reflexión ética que hizo Henryk Ibsen, hace ya muchos años, es considerada mucho más rigurosa. Más estudiada. Estaba, y está, planteada con más precisión. Resulta más seria y creíble.
-Señalé al principio que una de mis curiosidades estaba en presenciar el reto de adaptar ‘Un enemigo del pueblo’ a nuestros tiempos y a las preocupaciones de hoy. Al salir del teatro, tenía argumentos para pensar que lo que escribió el señor Ibsen y la manera en que lo hizo conecta, explica, comunica y crea conciencia hoy con más contundencia que esta adaptación.
-Yo supongo que el responsable de la breve síntesis que se expone a los espectadores de ‘Un enemigo del pueblo’ es consciente de que es un resumen superficial, deficiente, simple, incluso simplista. No tiene ni el nivel de Wikipedia. Eso en una representación de esa misma obra y utilizando ese mismo título es difícilmente tolerable.
-Durante la representación, también estuve pensando en los objetivos que el adaptador y director Alex Rigola había manifestado experimentar con este trabajo. El primero se refería a la relación del creador teatral con el público. Creo haber leído alguna declaración suya sobre la cuarta pared. ¡Bueno! Esa reflexión es ya muy vieja. Por supuesto, que hay que investigar sobre la relación con el público. Es la esencia del teatro. El principal objetivo del hecho teatral. Pero eso no se soluciona, ni siquiera se apunta, convertiendo el texto dramático en una narración y ‘contándoselo’ pedagógicamente al público. El nivel de comunicación no puede estar en ese nivel. Deben existir coordenadas más profundas.
-Respecto a este punto concreto, el pensamiento que yo tenía en la cabeza al salir del teatro era el siguiente: la revisión de la comunicación del creador teatral con el público debe nacer del respeto. Si el creador parte de que al espectador hay que tratarle como un menor poco inteligente y nada cultivado, puede ser un error de crasa soberbia. Si cree que hay que explicárselo todo clarito y dárselo triturado para que lo comprenda, el equivocado puede ser él. Si pretende decirle incluso las reflexiones que se debe hacer, sacarle la moraleja deseada, empezamos con mal pie.
-La otra inquietud que el adaptador exponía cuando preparaba este proyecto era revisar las relaciones del intérprete y los personajes. Es una cuestión más intrateatral, pero asunto importante también. En esta propuesta, se da el paso a que los personajes se llamen no como determinó Ibsen y sino por el nombre propio del actor o la actriz que está encima del escenario. Eso ayer pareció crear más confusión que la deseada sorpresa. Parece partir del supuesto, sin demostrar, de que el espectador, al acudir al teatro, está más interesado en las ideas del intérprete que en las del autor. Es de suponer que esta investigación puede caminar por análisis más consistentes. Así que será prudente esperar.
-De todos modos, cabe recordar que ya se vendió como un progreso revolucionario del teatro tirar del pedestal de la divinidad al texto teatral y al autor como tótem intocable. Sería un error similar situar en ese pedestal intocable otro de los muchos elementos parciales del teatro.
-Todos esos pensamientos contradictorios ocuparon mi mente desde el Teatro Arraiga hasta mi casa. No me dio tiempo para lograr conclusiones definitivas. Algunos indicios ponían nostalgia en la consistencia del autor noruego sobre las lagunas de este experimento. Así que, cuando llegué ya de noche total, incluso antes de cenar, busqué el libro con las obras completas de mi admirado Henryk Ibsen.

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