Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 24 enero 2020 - 12:05 pm
Categoría: General

David Barbero

-Éste fue el título de la intervención, ayer en el taller de espectadores de la sala La Fundición de Bilbao, por parte de Iñaki Astigarraga, director y conductor del veterano y muy escuchado programa radiofónico ‘La flor de le canela’.
-Dado su carácter, el de Iñaki, no se trató sólo de una ponencia o una conferencia habitual. Reunió connotaciones de charla abierta, e incluso provocadora, ante la docena y media de ‘talleristas’ habituales de esta sala innovadora de las artes escénicas.
-El presentador expuso, de modo coloquial y entretenido, sus planteamientos profesionales, las características del programa, sus ideas sobre los medios de comunicación y sobre la cultura, con referencias específicas a las artes escénicas.
-A lo largo de dos horas, se expusieron, comentaron y debatieron los aspectos, -los positivos y los negativos-, de las relaciones entre la cultura y la comunicación. Hubo interpelaciones, discrepancias, coincidencias, polémica, denuncia y hasta entendimiento.
-De la cultura, se habló, y hasta se polemizó, sobre su situación actual. Se puso especial énfasis en los intentos de las instituciones políticas y económicas por controlarla y obtener rentabilidad material, ideológica o política.
-Sobre los medios de comunicación, hubo muchas opiniones, unas coincidentes y otras discrepantes. Se evidenciaron y se denunciaron sus intereses, no siempre – casi nunca – destinados a informar de modo objetivo. Salieron a la luz los condicionantes económicos o partidistas que impiden desarrollar bien su misión de informar de modo imparcial a la sociedad.
-De la reunión, amena y muy participativa, se pudo sacar la conclusión de que las personas ‘normales’ tienen –tenemos- muchos problemas para enterarnos de lo que realmente pasa a nuestro alrededor –próximo y lejano – por el afán de algunos para controlar las instituciones, la cultura y los medios de comunicación en su beneficio.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 23 enero 2020 - 12:03 pm
Categoría: General

David Barbero

-Acudí ayer al Teatro Arriaga de Bilbao con el fin de presenciar la nueva joyita de la compañía Marie de Jongh. Lleva el título, original y expresivo, de ‘Ikimilikiliklik’.
-Uno de mis intereses prioritarios era analizar la marcha de la experimentación que este innovador equipo, liderado por Jokin Oregi y Ana Meabe, está realizando sobre el lenguaje teatral.
-Soy consciente, por sus declaraciones, de que esta pieza, deliciosa, está planteada como un trabajo algo colateral en esa línea. Pero presenta elementos interesantes de este ambicioso proceso.
-Quizá la innovación más evidente dentro de su línea, ya larga y exitosa, sea la introducción de la palaba hablada. Hasta ahora, sus espectáculos habían utilizado los otros – muchos – elementos expresivos del teatro. El gesto, el movimiento, la música, los sonidos, los objetos, la ropa, los colores, la interpretación, la luz, las máscaras…
-‘Ikimilikiliklik’ toma las bases de la narración oral más directa. Por eso, la palabra tiene una importancia decisiva. Pero, unida y complementada por la expresividad de todos los elementos presentes sobre el escenario, adquiere una fuerza y una capacidad de comunicación muy notable.
-Otra incorporación destacada es la danza contemporánea. En esta ocasión, se demuestra su poder narrativo, su aportación expresiva y estética para desarrollar la ‘historia’ de una manera dinámica, artística, ágil, imaginativa.
-Si ellos lo dicen, puede ser que esta pieza sea un trabajo lateral de Marie de Jongh. Pero, en la realidad, participa mucho en su encomiable búsqueda de ese lenguaje teatral completo, integral, complementario de todos los elementos expresivos, universal, sin fronteras,
-En la búsqueda de esas últimas cualidades de universalidad y superación de fronteras en el lenguaje teatral, cabría una reflexión particular sobre la incorporación del lenguaje hablado. Necesariamente debe materializarse en una lengua concreta. Lo que podría convertirse en una frontera. Pero esto puede ser motivo de otra meditación.
-Al terminar el espectáculo, camino de casa, a través de algunas conversaciones interesantes, comprendí que hay aficionadas, más mujeres, especialmente interesadas en el desarrollo de este lenguaje teatral. Y con unos criterios muy maduros.
-Así que chicas/os de Marie de Jongh, muchas miradas, curiosas, os siguen.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 22 enero 2020 - 12:25 pm
Categoría: General

David Barbero

-No cometeré la osadía de intentar hacer una valoración crítica de ‘El holandés errante’, la gran ópera de Richard Wagner. La vi ayer, en el palacio Euskalduna de Bilbao, dentro de la 68 temporada de la ABAO. Sería pretender pasar por entendido.
-Pero sí que deseo exponer la enriquecedora aventura que significó esta asistencia y este disfrute. Pongo el calificativo de ‘enriquecedora’ por lo que aporta para nuevos conocimientos y de satisfacción artística.
-Comienzas con el compromiso de releer y buscar más datos o interpretaciones sobre el autor y la obra, con el fin de apreciar la visión con más matices.
-Te dejas llevar por la música profunda y envolvente. Por la dirección apasionada. Por la interpretación vibrante.
-Las voces de los cantantes comienzan a arrastrarte desde el principio. Procuras fijarte en sus maneras, en sus expresiones, en sus gestos. Los sonidos vocales te contagian.
-El decorado espectacular te impresiona por su consistencia rotunda. Su fuerte e inmóvil esteticidad. Ves lejana la proyección de imágenes de la tormenta exterior. Te llegan dudas sobre el desarrollo de la lucha entre el barco y las olas. Quizá hubieras preferido un mayor desequilibrio, interacciones violentas, movimientos inestables.
-Te vas metiendo en los personajes. O ellos en ti. La contundencia del holandés, condenando a navegar sin llegar a puerto en mucho tiempo. Quizá echas en falta alguna muestra escénica de su necesaria fragilidad interior.
-El gran decorado espectacular sigue ahí. Casi siempre oscuro. Piensas que su magnanimidad puede estar desaprovechada.
-Te fijas en la caracterización psicológica de Senta, la protagonista. Su presencia total. La insistencia del director de escena por hacerla niña, por destacar sus desequilibrios interiores. Por no fortalecer su adulta, valiente y firme decisión de ser fiel hasta la muerte.
-Te disgusta no ver a los miembros de los coros, mientras oyes sus voces. Piensas en el juego escénico que podían haber aportado.
-Te impresiona la entrada – la penetración- del buque fantasma en la gran plataforma, que continúa estática. Impasible.
-Te sigue impresionando la profundidad emocional y psicológica de los personajes. Deseas su mayor contundencia presencial sin obstáculos.
-Tienes tiempo, en el descanso, para contrastar opiniones. Para compartir vivencias. Para aclarar o aumentar las dudas. Para discrepar. Para coincidir.
-Regresas a la fuerza y el arrastre de la música. A la orquesta y al director los sigues viendo y escuchando con la pasión impertérrita. La plataforma sigue allí.
-Y terminas gratificado, enriquecido de haber vivido – convivido – la aventura del holandés errante, la de Senta, la de su padre ambicioso o los celos de su novio cazador. También la pasión del director y los músicos. Haber deseado más presencia para los coros. E incluso discrepar con el director de escena. ¡Toda una experiencia artística!

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 19 enero 2020 - 12:12 pm
Categoría: General

David Barbero

-Los ‘chicos’ de la compañía teatral ‘Titzina’ son Diego Lorca y Pako Merino. El nombre – que, más o menos, significa ‘silencio’ – es un homenaje a su casera en Paris cuando estaban allí estudiando.
-Al poco tiempo de completar esos estudios, decidieron constituirse en compañía. Ellos dos. Tenían las ideas claras. Pero todavía más claros los propósitos, la decisión, la valentía, la ilusión y el compromiso. Ellos dos.
-Querían hacer teatro, en serio, solvente, sobre temas universales y profundos. Sacando a la vez sonrisas y alguna lágrima. Estaban decididos a llevar a cabo ese propósito con todas las consecuencias. Ellos dos. Realizar todo el proceso teatral. Con total entrega, con perseverancia, con mucho rigor, con muchísimo trabajo. Con mucha auto exigencia. Con los pies en el suelo. Con la autoestima justa. Con firmeza, con decisión. Y también con total libertad.
-Eso sucedió va a hacer, dentro de poco, veinte años. En este tiempo, se han coinvertido en una referencia. Ellos dos. Una referencia por su trabajo, entrega, decisión, claridad de objetivos. También por el contendido y calidad de sus obras. Y – ¿Cómo no?-por la coherencia e independencia de su trabajo escénico.
-Como fruto de estas casi dos décadas hay que citar las cinco piezas, muy alabadas y reconocidas: ‘Sueños de psiquiátrico’, ‘Entrañas’, Exitus’, ‘Distancia siete minutos’ y ‘La zanja’.
-En este fin de semana, están en Pabellón 6 de Bilbao. Justo hoy, domingo, van a protagonizar la última representación de ‘La zanja’. Ellos dos. Quizá sea la última vez que la interpreten, antes de ponerse en el nuevo proyecto. Serán, otra vez, los autores, directores, intérpretes de los numerosos personajes., escenógrafos, iluminadores. Ellos dos.
-Con esta obra, han dado un paso importante. Además de todos esos trabajos, se han metido en un tema y un trabajo de denuncia social, económica, política. E incuso histórica. Ellos dos.
-Después, hay gente que dice que los actores y actrices actuales están obsesionados por meterse en una serie, – a ser posible diaria, aunque sea sosa -, salir en la tele, pegar un pelotazo de popularidad y vivir a costa de las subvenciones públicas.
-‘Chicos’ de Titzina, – vosotros dos -, sabed que contáis con la admiración, alabanza, aplauso, y también bastante envidia, de muchos.
-Por cierto. Los que todavía no hayan visto ‘La zanja’ deberían pensar en esta oportunidad de hoy en Pabellón 6. Si no, es muy posible que se arrepientan.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 18 enero 2020 - 11:54 am
Categoría: General

David Barbero

-Cuando ayer me dirigía al Teatro Arriaga de Bilbao para ver la pieza ‘Solstice’, por la compañía de Blanca Li, llevaba una preocupación. Me preguntaba cómo esta artista materializaría, a través de la danza contemporánea, su propósito de hacer un compromiso con la naturaleza.
-Me provocaba la duda ese prurito de afirmar que los movimientos, en este género contemporáneo, deben valorarse en sí mimos y no ser ‘sometidos’ a contar historias, exponer ideas o comunicar emociones.
-Animaba mi esperanza, el conocimiento de la trayectoria de esta artista internacional, multidisciplinar, especializada en crear mundos fantásticos y comunicarlos, con gran fuerza, a los espectadores.
-Desde el mismo arranque de la representación, se pudo ver y sentir que los movimientos de los 14 intérpretes de ‘Solstice’ eran absolutamente rítmicos, artísticos, bellos, expresivos y comunicadores.
-Reflejaban las distintas etapas de la naturaleza. Su fortaleza y sus debilidades. Su belleza y su majestuosidad. La interrelación con las personas. Incluso, alguna vez, con efectos negativos.
-Los espectadores podíamos notar y sentir la fuerza del sol. Ser arrastrados por el viento. Nadar dentro de mar. Disfrutar al ser inundados. Congelarnos por el hielo. Juguetear con la arena.
-Estas vivencias lograban Blanca Li y su compañía con la cuidadosa utilización y ensamblaje de todos los elementos artísticos disponibles. Las luces hacían imágenes. Los colores producían figuras en movimiento. Los brillos atraían las retinas. Hipnotizaban la atención. Los cuerpos de las y los bailarines transmitían admiración por su ritmo y perfección. El conjunto arrastraba emociones.
-Era una manifestación de cómo cada uno de los movimientos era bello y, a la vez, expresivo y comunicador. Tenía valor y atractivo en su individualidad. Pero a la vez se armonizaba en el conjunto para potenciar todavía más la comunicación de sentimientos y vivencias.
-A los estímulos destinados a la vista, se unían la música, los sonidos y las canciones. Todo con una concepción integradora y dinámica.
-Ah! El ambiente lúdico lo impregnaba todo. Se contagiaba el sentido y la provocación del juego. Aparecía como la mejor manera de disfrutar de la naturaleza. ¡Y a vez protegerla! O dejar que se reproduzca a sí misma.
-Ese proceso de identificación concluyó en uno de los aplausos más largos, calorosos y emotivos de los espectadores del teatro municipal de Bilbao.
-Cuando regresaba a casa, yo no existía ninguna inquietud, duda o preocupación. La danza contemporánea de Blanca Li y sus bailarines lo había llenado todo. Hasta las calles parecían impregnadas de naturaleza.

Esta página web utiliza cookies para mejorar tu visita adaptando la navegación a tus preferencias.
Para seguir navegando tienes que Aceptar las política de cookies. Más información