Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 21 enero 2018 - 12:13 pm
Categoría: General

David Barbero

-Ayer hubo fiesta en Pabellón 6 de Bilbao. Su compañía joven estrenaba el tercer título: ‘Mi último baile’. Una fiesta de esperanza. Incluso se puede decir que de gran esperanza.
-La primera constatación fue la gran expectación que despiertan los acontecimientos teatrales de pabellón 6. Ayer no solo estaba todo el aforo lleno. En los prolegómenos y después de la función, había efervescencia e incluso excitación ante la expectativa por un acontecimiento singular.
-No se le puede restar reconocimientos de valentía a esta compañía joven. Las propuestas de los años anteriores fueron claramente ambiciosas. La de este año multiplica la dificultad. Han asumido la elaboración de todos los elementos del espectáculo teatral y han introducido una gran complejidad en su estructura.
-Es cierto que han contando con la ayuda de asesores experimentados. Pero el mérito hay que atribuírselo a ellos.
-Junto a ese mérito por el intenso trabajo realizado, hay que colocar la gran experiencia acumulada y el perfeccionamiento en la profesión interpretativa que están iniciando.
-Esa labor, evidentemente, no terminó ayer con el estreno de la obra. A partir de ahora, van a disponer de numerosas representaciones para pulirla y para ir mejorando ellos mismos. Al final de esta experiencia, la obra, y sobre todo ellos, serán mucho mejores.
-La gratificación exterior ya está siendo recibida por los aplausos y por los premios concedidos. La interior debe ir orientada hacia el siguiente peldaño.
-En la fiesta de ayer, las palabras que se escuchaban, dirigidas a esos jóvenes, eran: enhorabuena y ánimo.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 14 enero 2018 - 11:44 am
Categoría: General

David Barbero

-Seré sincero. Cuando ayer fui al Teatro Barakaldo para ver la obra ‘Cuaderno en blanco’ de la compañía Hika iba con pocas dudas. Estaba convencido de que encontraría su delicado trabajo, su detenido tratamiento, su cercanía, su valentía en afrontar los temas más personales, su manera próxima, y a la vez profunda, de comunicarse con los espectadores. En anteriores ocasiones, había sido así y no tenía ningún motivo para pensar que, esta vez, fuera de otra manera.
-Iba también lleno de esperanza y curiosidad por ver y sentir el planteamiento de esta obra. Sabía, por confidencias internas y comentario externos, que se trataba de una indagación en el alma femenina a través de sus aspectos más humanos, llenos de incertidumbres y esperanzas, de alegrías y frustraciones, de indecisiones y encuentros valientes.
-Una de las expectativas más acuciantes, en mi camino hacia el teatro, era encontrarme con la exposión fragmentada y hábil de la anécdota, con la apertura poliédrica de las muchas capas que tienen los personajes de sus obras y con las atmósferas llenas de sugerencias.
-Estaba también convencido de que tendría que estar muy atento a captar detalles significativos en los que estarían depositados elementos importantes de la historia.
-Antes de entrar, me detuve un momento y me aconsejé a mí mismo abrir la actitud y la disposición para facilitar la entrada y el contagio de las emociones, que es seguramente la especialidad última de sus propuestas.
-Creía saber que, en el tratamiento previo, había estado el deseo de meterse en el mundo intenso de la Bernarda de Lorca. Y que ese deseo había sido sustituido por la afortunada tentación de crear un ámbito propio, aunque dejando que la resonancia quedara latente.
-Arantxa Iturbe y Agurtzane Intxaurraga, ya me habían ganado en otras ocasiones como autoras a cuatro manos. Había comprobado la manera de dirigir, suave y sutil pero segura, de Agitane y también la expresividad ajustada en sus interpretaciones. De Itziar Ituño y Miren Gojenola, todavía tenía, en la retina y más adentro, el recuerdo de otros de sus personajes.
-Así que, en cuanto las tres aparecieron en el escenario, la madre se acercó a proscenio, abrió la ventana y lanzó su inescrutable mirada, comprendí que debía dejarme llevar. Y eso hice.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 13 enero 2018 - 6:08 pm
Categoría: General

David Barbero

-La primera comprobación positiva en la sesión de ayer del Teatro Arriaga era el ambiente vivo, animoso, contento y esperanzado del numeroso público que llenaba la sala.
-Era el estreno de la obra ‘La ternura’ de Alfredo Sanzol. Salvo el suyo, en el programa de mano no había otros nombres famosos y populares, ni artistas de relumbrón, ni ganchos de series televisivas.
-De esa positiva y multitudinaria respuesta, se puede deducir que hay un número amplio de aficionados al teatro que rige sus gustos por criterios de calidad, como suele ser la autoría y la dirección de este navarro dedicado al teatro con todas las consecuencias.
-Hubo, sin embargo, una reacción inicial algo preocupante. Al anunciar que la duración superaba con creces las dos horas, se produjo un murmullo de desconcierto y desaprobación. Hasta los más aficionados ya están acostumbrados a que los espectáculos no lleguen a esas duraciones.
-Por el contrario, a la salida del espectáculo, el comentario general era de satisfacción, asegurando que la obra se había hecho menos larga que otras con una duración objetiva menor a causa de su interés.
-Esa sensación hay que atribuírsela a la maestría antes señalada del autor y director. Tampoco deberían restarse meritos a la calidad y meticulosidad de los seis intérpretes que demuestran tener una perfecta sintonía con la obra y las intenciones del inspirador.
-Lo que presenta Alfredo Sanzol es un divertido e ilustrado juego cómico sobre lo que más le interesa a él en los últimos tiempos como es el amor, la felicidad y esa ternura que aparece en el titulo de la obra.
-En esta ocasión, su delicado y meticulosamente trabajado juego se presenta con unos caracteres y una intención, perfectamente identificados como isabelinos. Está hecho al modo de las comedias de Shakespeare. Tanto en el contenido como en las formas. Y en el planteamiento, en las alusiones, en los giros, en los debates verbales y en la construcción de la obra. Sanzol demuestra un conocimiento y un dominio de estas técnicas que en ningún momento parece una imitación sino una manera propia de comunicar emociones, pensamientos y buenas vibraciones.
-En esa consideración, hay que entender el muy adecuado uso de juegos, canciones, utensilios, alusiones, vocablos y referencias totalmente cercanas o populares que dan una proximidad extraordinaria para facilitar la identificación.
-Durante toda la obra, se tiene la sensación de que Alfredo Sanzol ha llegado a un dominio extraordinario tanto en los recursos literarios y de texto como en la escenografía, la arquitectura teatral y la dirección de actores. Pero no se recrea ni se relaja en ese dominio. En cada ocasión, afronta el nuevo reto con inteligencia y valentía. No le preocupa el respeto hacia las normas y cánones preestablecidos. Los utiliza libremente como herramientas para comunicar lo que desea del modo más eficaz posible.
-Hay una circunstancia que juega a su favor. Cuenta con la colaboración de un equipo propio, coordinado y un elenco de actores y actrices con los que existe una complicidad absoluta.
-Quisiera dar una explicación al desafortunado título que preside este comentario. La intención ha sido hacer referencia conjunta a las últimas obras presentadas por Sanzol y unir esta ‘La ternura’ con la todavía reciente ‘La respiración’. Tienen diferente localización física y emocional. Pero las dos son una apasionada búsqueda y exaltación del afecto y el amor. Las dos comienzan en una posición clara y decidida de desamor e incluso de rechazo. Pero terminan con un voluntario homenaje, un descarado panegírico, una abierta orgía y una ilimitada recomendación a amarse de todas las formas posibles.
-Así que bienvenida ‘La ternura’.

Esta página web utiliza cookies para mejorar tu visita adaptando la navegación a tus preferencias.
Para seguir navegando tienes que Aceptar las política de cookies. Más información