Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 18 enero 2020 - 11:54 am
Categoría: General

David Barbero

-Cuando ayer me dirigía al Teatro Arriaga de Bilbao para ver la pieza ‘Solstice’, por la compañía de Blanca Li, llevaba una preocupación. Me preguntaba cómo esta artista materializaría, a través de la danza contemporánea, su propósito de hacer un compromiso con la naturaleza.
-Me provocaba la duda ese prurito de afirmar que los movimientos, en este género contemporáneo, deben valorarse en sí mimos y no ser ‘sometidos’ a contar historias, exponer ideas o comunicar emociones.
-Animaba mi esperanza, el conocimiento de la trayectoria de esta artista internacional, multidisciplinar, especializada en crear mundos fantásticos y comunicarlos, con gran fuerza, a los espectadores.
-Desde el mismo arranque de la representación, se pudo ver y sentir que los movimientos de los 14 intérpretes de ‘Solstice’ eran absolutamente rítmicos, artísticos, bellos, expresivos y comunicadores.
-Reflejaban las distintas etapas de la naturaleza. Su fortaleza y sus debilidades. Su belleza y su majestuosidad. La interrelación con las personas. Incluso, alguna vez, con efectos negativos.
-Los espectadores podíamos notar y sentir la fuerza del sol. Ser arrastrados por el viento. Nadar dentro de mar. Disfrutar al ser inundados. Congelarnos por el hielo. Juguetear con la arena.
-Estas vivencias lograban Blanca Li y su compañía con la cuidadosa utilización y ensamblaje de todos los elementos artísticos disponibles. Las luces hacían imágenes. Los colores producían figuras en movimiento. Los brillos atraían las retinas. Hipnotizaban la atención. Los cuerpos de las y los bailarines transmitían admiración por su ritmo y perfección. El conjunto arrastraba emociones.
-Era una manifestación de cómo cada uno de los movimientos era bello y, a la vez, expresivo y comunicador. Tenía valor y atractivo en su individualidad. Pero a la vez se armonizaba en el conjunto para potenciar todavía más la comunicación de sentimientos y vivencias.
-A los estímulos destinados a la vista, se unían la música, los sonidos y las canciones. Todo con una concepción integradora y dinámica.
-Ah! El ambiente lúdico lo impregnaba todo. Se contagiaba el sentido y la provocación del juego. Aparecía como la mejor manera de disfrutar de la naturaleza. ¡Y a vez protegerla! O dejar que se reproduzca a sí misma.
-Ese proceso de identificación concluyó en uno de los aplausos más largos, calorosos y emotivos de los espectadores del teatro municipal de Bilbao.
-Cuando regresaba a casa, yo no existía ninguna inquietud, duda o preocupación. La danza contemporánea de Blanca Li y sus bailarines lo había llenado todo. Hasta las calles parecían impregnadas de naturaleza.

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