Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 22 agosto 2020 - 1:40 am
Categoría: General

David Barbero

-Esta tarde, he vuelvo a disfrutar de la representación teatral de ‘Ay, Carmela’, interpretada por Olatz Gamboa y Diego Pérez bajo la dirección de Ramón Barea, en Pabellón 6, su lugar natural, donde nació esta función y donde ha crecido.
-Lo hice ya en el estreno y he seguido su trayectoria.
-He destacado, en el primer párrafo, esa referencia al crecimiento, porque me ha parecido un ejemplo de cómo se puede lograr que una obra se mantenga viva y crezca a lo largo de las sucesivas representaciones.
-No me parece, en absoluto, algo fácil. Requiere un gran esfuerzo, una decidida actitud, una voluntad firme, un propósito explícito. Es lo que han demostrado los dos actores y el director. Tras su estreno y permanencia en este mismo local, tras su pase por otros escenarios, inicia ahora otra perlongada estancia con un espíritu renovado. No se han limitado a retomar lo ya conseguido. Han vuelto a trabajarlo, a limar aristas, a profundizar en emociones, a buscar más puntos de apoyo, a aumentar la comunicación.
-Intencionadamente me he colocado en la primera fila, para oír la respiración de los intérpretes, notar su vibración, sus firmezas, sus temblores, su tención, los momentos de debilidad y los de fortaleza. Desde esa proximidad, era todavía más evidente, su renovada preparación, sus constantes ensayos, su decisión, su fuerza al encarnar dos personajes tan complejos, tan poliédricos, tan firmes y tan débiles a la vez.
-Desde esa cercanía, se percibía la complicidad existente entre ellos, la confianza incondicional en su director. Sobre todo su voluntad, su deseo, su entrega, su inmersión completa en los personajes.
-Lejos de mi intención restar ningún mérito a José Sanchís Sinisterra como autor e investigador. Pero tengo mis dudas sobre si este texto y estos personajes tendrían tanta fuerza y tanta capacidad de identificación, sin el deseo, la fuerza y la vitalidad que ponen Olatz y Diego en ellos bajo la mano experta de Ramón.

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