Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 17 noviembre 2017 - 11:38 am
Categoría: General

David Barbero

-Para nadie es un secreto que Lluis Homar es uno de los actores más sólidos de toda la península ibérica. He elegido el adjetivo ‘sólido’ para englobar su gran personalidad, su variedad de registros, su actitud segura, su madurez y otras muchas cualidades dignas de ser destacadas.
-Es un actor que ha desarrollado y domina el ejercicio de otros oficios teatrales como la dirección y la adaptación. Eso hace que su personalidad sea más completa y más rica.
-Asimismo, ha dado muestras de su calidad no sólo encima del escenario sino también en otras manifestaciones representativas como son el cine y la televisión. He dicho ‘muestra de su calidad’. No me he referido a que ha ‘hecho cosas’ en esos otros medios.
-Pero comprobarlo en directo y desde cerca es una oportunidad digna de saborear con deleite. Eso es lo que se pudo disfrutar ayer en el teatro Arriaga de Bilbao. Allí representó ‘Tierra baja’ de Ángel Guimerá.
-Por cierto, también es sabido que la trayectoria artística de Lluis Homar ha estado vinculada desde el principio a esta obra y a este autor. Pero en la presente ocasión, se puede decir que la representa de forma íntegra y total. Asume la encarnación de todos los personajes, de toda la acción y del significado completo de la misma.
-En esa labor ímproba, demuestra todas sus capacidades y su maestría. Casi es una exhibición de su dominio en los matices, en las expresiones, en las entonaciones, en los movimientos, en las actitudes, en los gestos…
-La palabra exhibición no la adecuada. No hay nada de presunción ni de ostentación. Todo lo contrario. Mantiene la equilibrada actitud de su autoestima justa y de su sencillez magnifica. La de los grandes intérpretes.
-Así que no cabe más que saludar al gran Lluis Homar con el sombrero en la mano y con una reverencia contenida. Como él.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 13 noviembre 2017 - 11:30 am
Categoría: General

David Barbero

-Vamos a comenzar por la última consideración. Al salir anoche de la sala La Hacería en Bilbao, reflexionaba yo con mis acompañantes sobre la existencia de una especie diferente entre los intérpretes teatrales. Son los grandes actores de la periferia. No sé si la palabra especie es la adecuada. Raza no lo sería. Quizá idiosincrasia, naturaleza, manera de ser. La palabra no es lo más importante. Tienen una serie de cualidades que los hacen diferentes. Son más naturales, más auténticos, más viscerales, más expresivos, más contundentes, más sólidos. No tienen los tics de los protagonistas de las series de televisión más vistas. Tampoco acusan los manierismos de las masterclases que dan los directores famosos en las capitales. Ni están afectados por el virus de la vanidad o el de soberbia o el de la prepotencia. Han aprendido el oficio a fuego lento, poco a poco, conociendo todos los trabajos de la profesión. Su escuela ha sido la trabajada construcción de personaje tras personaje. De esa experiencia, emanan una sabiduría extraordinaria y una expresividad desbordada.
-Esas reflexiones nos las había inspirado la visión de ‘La semblanza de Maurizio Kartun’ y ‘Cumbia morena cumbia’ en la citada Hacería del Off Bilbao. La interpretación de Manuel Pizarro y de José Antonio Lobato nos había impresionado, sorprendido e impactado.
-Son dos actores curtidos en el oficio teatrero. Radicados en Asturias. Cada uno baluarte de una veterana compañía. Lobato, de Teatro Margen y Pizarro, de Teatro Estudio Gijón.
-Sus actuaciones iban cargadas ayer con todas sus experiencias, aprendizajes y esfuerzos que les han hecho acreedores de ser dos genuinos representes de esa especie de los grandes actores de la periferia. Espero que no esté en peligro de extinción.
-Al terminar la función de ayer, fueron recompensados con aplausos largos, intentos y prolongados. Pero ellos reaccionaron dando ‘muchísimas gracias’ al público. Otro detalle.
-Los que allí estábamos seguíamos impresionados por la extraordinaria labor interpretativa de los dos.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 12 noviembre 2017 - 12:07 pm
Categoría: General

David Barbero

-Ayer tenía un problema. Se representaban en Bilbao varias obras teatrales que deseaba ver. Todas eran a la misma hora. Así que me vi obligado a elegir. El problema estaba en prescindir de las que desechaba. Con bastantes dudas, decidí ir a ver ‘Los universos paralelos’ que se ofrecía en el Teatro Serantes de Santurtzi.
-La elegí principalmente el autor el norteamericano David Lindsay. Abaire. He visto otras obras de él. Me han interesado. Sabía que ésta era considerada como su obra más emblemática. Por ella, consiguió el premio Pulitzer y tuvo varias nominaciones a los premios Tony. Incluyo influyó que hubiera sido adaptada al cine con un resultado muy apreciable. Asimismo el nombre de otro David Serrano, como director y adaptador, influyó positivamente.
-De alguna manera, me atrajo también el título que se ha dado aquí a esta pieza. La traducción fiel al original hubiera sido ‘La madriguera’. Pero ‘Los universos paralelos’ abre un mundo interesante por experimentar y descubrir que me sedujo. Tras ver la obra, reconozco que este título puede ser más expresivo de lo que al final de la obra se dice.
-Ya sabía que la pieza trataba el tema del dolor y la tragedia vivida en una familia con la muerte en accidente de un niño. La trama planteada se refería a cómo cada uno de los miembros de esa familia afronta esa ausencia traumática y trata de recomponer su vida.
-Todo eso encaja en las características del teatro de David Lindsay. Presenta temas o asuntos o problemas cotidianos y cercanos que tienen una fuerte y profunda tensión humana. Incluso podía sospechar que, como es su costumbre, al final tratara de dejar abierta una puerta a la esperanza o, al menos, a la resignación.
-No hubo decepción ni sorpresa. Eso es lo que me encontré. Además, en un texto bien construido, equilibrado, sereno, sin despropósitos, llevado con eficacia hasta la presentación de la alternativa de esos universos paralelos.
-Me pareció muy acertado el tratamiento de los personajes en el sentido de que cada uno tenía su propio problema además de la pérdida del niño que afectaba a todos.
-Aprovecharé este momento para decir que las actrices y los actores demuestran haber hecho un trabajo muy serio, detenido, con un esfuerzo de interiorización muy notable. La mano del director se nota.
-Lo que me chirrió fue la, para mí desordenada, mezcla de drama y comedia. Por supuesto, soy consciente de que no sólo es legítima esa unión. En muchos casos, es muy conveniente y enriquecedora. El propio autor David Lindsay es muy partidario de esta combinación en sus obras. Pero hay que saber hacer esa mezcla. No es nada fácil. En la versión concreta de esta obra aquí, tengo la sensación subjetiva de que no se ha logrado el punto exacto. Algunas situaciones y sobre todo algunos personajes se han llevado a un extremo que alejan o distorsionan las intenciones principales. Eso puede tener la consecuencia de que se lleve, quizá sin pretenderlo, a una frivolización, o una confusión o una banalización de un asunto que se desea presentar como angustiosamente vivido.
-Por esa razón, en el titulo de este comentario he querido hacer ver que los universos de lo cómico y lo dramático viven paralelos y no han logrado entremezclarse. Pero es sólo una sensación subjetiva.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 8 noviembre 2017 - 10:52 am
Categoría: General

David Barbero

-Estos días pasados, se ha representado en el Teatro Campos Elíseos de Bilbao la obra ‘La misión de la familia Coleman’ del ahora prestigioso autor y director argentino Claudio Tolcachir.
-Anuncian que es la despedida. Han estado más de una docena de años recorriendo el mundo con esta obra. Han visitado 22 países. Han estado en numerosos teatros de todo tipo. Han recibido muchos premios. Han sido acogidos en un elevado número de festivales.
-Han tendido un gran éxito. Se ha reconocido su trabajo innovador y sorprendente. Se han conventito en un referente por su forma de trabajar, de elaborar el producto teatral, de vivirlo de una manera propia y de desarrollarlo apasionadamente.
-Han mostrado una forma no habitual de hacer teatro con participación de todos los integrantes, sin respetar las normativitas habituales para llevarlo a cabo. Así han ido dando pasos en la construcción de la acción, en la elaboración de los personajes, en las relaciones entre ellos, en la manera de estar en el escenario, de enfrentarse al público y de sacar adelante un espectáculo complejo, sorprenderte, casi hipnótico.
– Y todo empezó llamando al timbre número 4 de un edificio nada lujoso en el barrio Boedo de Buenos Aires. Allí todos los integrantes del grupo se reunían, alrededor de Tolcachir, para trabajar durante meses con un método colectivo y participativo hasta conseguir ‘La omisión de la familia Coleman’.
-Como en las despedidas amistosas, les danos un fuerte abrazo, una expresión de profundo agradecimiento por la visita, y un deseo sincero de que se produzca pronto otro encuentro tan fructífero y tan gratificante.
-¡Hasta pronto, amigos!

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 5 noviembre 2017 - 12:05 pm
Categoría: General

David Barbero

-Quiero advertir, desde el principio, que utilizo el término ‘gran’ no sólo en su referencia a la calidad de algo, sino también en su alusión a la cantidad y la dimensión.
-Acudí ayer a la representación teatral de ‘Orlando’, la emblemática novela de la admirable escritora Virginia Woolf en el Teatro Barakaldo. Tenía carácter de estreno. La compañía Defondo es quien ha afrontado ese enorme reto. Su directora es la experimentada Vanessa Martínez. Cuenta con un grupo de actores y actrices muy compenetrado y con notables cualidades interpretativas.
-Vamos a situarnos. ‘Orlando’ es una de las novelas más destacadas de Virginia Woolf. Creo que cronológicamente es la sexta que escribió. No es de las más enigmáticas. Al contrario, es más abierta, cercana, irónica, incluso se puede considerar como más optimista. Se presenta, desde el titulo, como una biografía. Pero, en realidad, desea mofarse de ese género literario.
-Podría calificarse con una fantasía libre. El personaje ‘biografiado’ vive a lo largo de cinco siglos y cambia de sexo, en un sueño – enfermedad, para tener experiencias más diversas. En este sentido, se podría considerar una gran parodia de la historia en lo referente a la desviada y torpe visión que los hombres han hecho del paso del tiempo y de la convivencia entre las personas en detrimento del papel de las mujeres.
-También se puede entender como una carta de amor dirigida a su amante Vita Sackville West, a quien trata de consolar por la tristeza de haber nacido mujer. Ella es la biografiada con tanta fantasía como pasión.
-Con todo esto, es fácil hacerse una idea de la complejidad de este texto. Y también de las dificultades para llevarlo al escenario. Pero ésa es la ímproba tarea que ha afrontado esta compañía con su directora y los intérpretes a la cabeza. Además, la han llevado a cabo con total decisión, sin limitaciones, y respetando el recorrido de los cinco siglos Ni siquiera han eludido el elemento irónico hacia el género biográfico. Han colocado a cuatro biógrafos peleándose con los hechos imaginarios.
-En cuando a la referencia a la calidad de su ‘gran’ trabajo, hay que reconocer la perfección lograda en la adaptación; la agilidad en el movimiento de la acción; la eficacia en la utilización de los elementos escénicos, la maestría en la expresividad de la interpretación; la variedad expositiva y unos cuantos valores más que les hacen merecedores de muchos elogios.
-En lo referente a la cantidad del término, también es preciso aludir a las dimensiones de este esfuerzo y trabajo. Quizá haya que referirse asimismo a un cierto exceso. Es posible que una duración menor, una clarificación mayor, un más reducido número de nombres y referencias, alguna posible reiteración eliminada hubieran sido agradecidas por los espectadores.
-Pero volvemos, como conclusión, al principio, para considerar este ‘Orlando’ como un gran trabajo, merecedor de una enhorabuena de las mismas dimensiones.

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