Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 18 enero 2021 - 12:25 am
Categoría: General

David Barbero
-Cuando esta tarde me encaminaba, bajo el paraguas, hasta la sala La Fundición de Bilbao, tenía la sensación, y la información, de ir a participar en una inmersión artística.
-Marco Flores, bailaor y coreógrafo vital e innovador, unido en igualdad de propósitos a José Almarcha, guitarrista de referencia en lo clásico y en lo flamenco, se iban a sumergir en un mundo cultural que admiran, para crear y disfrutar allí, a su propio estilo, con el baile flamenco y con la guitarra.
-Ese mundo cultural elegido es el del primer tercio del siglo XX. Ellos lo llaman el siglo de plata por su gran calidad. Allí están Falla, Granados, Sabicas, Antonio José Martínez Palacios y Scarlatti. Y también- ¡cómo no! – se halla Federico García Lorca. A esa inmersión, la han titulado ‘Milonga, sonata y plata’.
-Así que he decidido sumergirme con ellos en esa aventura artística. Enseguida, me he dado cuenta de que un buen número de otras personas- la sala estaba llena – había tomado la misma decisión.
-Se notaba porque, desde el principio, estábamos ya en actitud de entrega y participación. La única duda es si era una decisión nuestra individual o habíamos sido seducidos por la salida libre, abierta y rítmica del bailaor. E inmediatamente fue consumada por la aparición potente y rotunda del guitarrista.
-Ya habían dejado claro que cada uno de ellos participaba con personalidad propia e independencia. Pero a la vez, con coordinación y complicidad. Así que era el ejemplo para que nosotros siguiéramos el mismo camino, con similar autonomía, en pareja coordinación y con igualdad de propósitos.
-No se trataba de recordar las palabras de Federico. Ni los ritmos o melodías de Falla y Granados. Había que dejar libre a la imaginación, a los sentidos y al cuerpo para que sintieran o fueran creando su propia sonata o su milonga.
-Cada poco tiempo, uno se sentía estimulado por movimientos más rítmicos. O por sonidos más fuertes. O por las luces o por las medio tinieblas. O por toques de humor cómplice. Eran apoyos para profundizar en la inmersión.
-En un momento determinado, te sorprendías de la capacidad flamenca que puede salir de la característica voz de Leonard Cohen. O alucinabas por el colorido y las formas ondulantes que son capaces de producir los abanicos de fuego rojo.
-Os puedo decir que hasta los saludos y aplausos finales se han hecho espontáneos a ritmo de las palmas y el zapateado nuestro Como si todos continuáramos inmersos en la ‘milonga, la sonata y la edad de plata’.
-Cuando, después, he vuelto desde La Fundición hasta casa, también bajo el paraguas, me ha parecido que me había dejado allí la cabeza y los sentidos. O quizá me había traído las emociones.
-¡Toda una aventura!

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