Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 12 noviembre 2018 - 11:17 am
Categoría: General

David Barbero
-Estaba claro, desde el principio, que José Luis Gómez iba a ofrecer en Bilbao una demostración de su maestría como actor y como director. Nadie lo dudaba. Por esa razón, muchos buenos aficionados al teatro se apresuraron a llenar el patio de butacas para no perdérselo.
-En ese sentido, tanto en ‘Azaña, una pasión española’ como en ‘Unamuno: Vencerás pero no convencerás’, ha evidenciado el dominio que tiene en todos los aspectos, ramas y apartados de la profesión teatral. Lo ha realizado sin alardes, con la serenidad que da la perfección, con la exactitud de un gran maestro, con la seguridad y el dominio de la sabiduría acumulada y desarrollada esforzadamente durante.
-Además de ese premeditado propósito de desarrollar, sin soberbia pero con toda la potencia, esa maestría profesional, José Luis Gómez vino con la intención de exponer su planteamiento ideológico, su pensamiento social, su aportación reflexiva sobre el momento por el que está pasando la sociedad que le rodea.
-Esto no era tan conocido en él. Pero las dos representaciones que ha desarrollado en el Teatro Arriaga han evidenciado una mente bien estructurada con un pensamiento ordenado y un compromiso claro con la sociedad.
-Nada más llegar ya expuso privadamente su deseo de confrontar estas dos grandes personalidades, figuras ya históricas pero referentes para la actualidad. Deseaba desmenuzar sus posiciones ideológicas, políticas, intelectuales, sociales y humanas para que volaran hacia las mentes actuales.
-Sobre ‘Azaña, una pasión española’, ya hice referencia hace unos días en este mismo espacio. Allí demostraba una admiración y hasta una identificación con el gran político republicano. Su trabajo interpretativo rozaba la perfección en todos los detalles. También quedaba clara la intención de ofrecer ejemplos a seguir.
-Con ‘Unamuno. Vencerás pero no convencerás’ la impresión, el impacto y la contundencia en ese mismo propósito son todavía más fuertes.
-Da la sensación, también desde el principio, de que el proyecto unamuniano es todavía más fuerte, más renovado y más contundente.
-Lo es en todos los sentidos. Incluso en los aspectos técnicos y escénicos. El juego de espejos, luces y sonidos lleva a una gran profundidad simbólica. Los reflejos y cruces intencionados de figuras, unos confluyentes y otras distantes, producen impacto y emoción.
-También en esta ocasión, se ha rodeado de más colaboradores para llevar a cabo el proyecto. Entre esas personas, hay que destacar a Carl Fillion y a Pollux Hernunez, sin menospreciar ninguno de los otros.
-Pero la grandeza de la obra y de la representación está principalmente en el análisis, intenso y profundo, y en la evocación de la personalidad de Don Miguel de Unamuno.
-El desarrollo meticuloso y la encarnación de sus contradicciones, de sus impulsos, de su vehemencia, de su arrastre intelectual y físico son contagiosos. La vivencia de sus idas y venidas no siempre por el mismo camino, de sus controvertidas vueltas apasionadas y sinceras, de sus enfrentamientos internos, llega con total fuerza hasta el espectador.
-En definitiva, la presencia de José Luis Gómez estos días en el Teatro Arriaga de Bilbao ha significado un gran acontecimiento teatral, intelectual, social y personal.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 11 noviembre 2018 - 11:19 am
Categoría: General

David Barbero
-Dentro del 39 Festival Internacional de Cine de Santurtzi, ayer vi la obra ‘Sensible’. No fue una decisión fácil. Había una oferta teatral múltiple e interesante. Existían muchas llamadas para ver piezas que uno debería conocer.
-Siempre hay varios motivos para inclinarte en una dirección u otra. En este caso, influyó sobre todo el reconocimiento hacia la actriz Kiti Manver. Las promesas de la novela epistolar de Constance de Salm. El predicamento de Juan Carlos Rubio como director. La incógnita de la conjunción de texto y danza contemporánea.
-Desde luego, no acerté en todo.
-Kiti Manver sí que responde a lo que se espera de ella. Es un papel que se ajusta a sus cualidades y situación. Una mujer sensible ante el desamor. Quizá el planteamiento del director lleve su trabajo en una sola dirección y pueda llegar a lo monocorde.
-Está claro que Juan Carlos Rubio ha tenido un especial empeño por hacer bien esta obra. Ha puesto medios, trabajo, atención, detalles y gran entrega. Pero quizá haya habido un exceso de ambición por hacer un espectáculo grande con ella. Es posible que ésa no fuera la dimensión adecuada ni la orientación más precisa. De esa manera, se aleja la emoción. Se pone distancia en los sentimientos. Se introduce rigidez. Se resta espontaneidad. Quizá se añade algo de confusión. Es posible que se acumulen muchos elementos para no sacar el fruto que pueda dar a cada uno.
-Parece que desde el principio, o incluso antes, existía el premeditado propósito de unir aquí la potente expresividad del texto dramático con la plasticidad de la danza contemporánea. Se puede uno preguntar si era el momento, el lugar y la obra oportuna. ¿Ayuda esa mezcla a la clarificación de la historia? ¿Añade o resta? ¿Sirve para que los personajes estén más presentes?
-Impresiona la aparatosidad escénica con una profusión de espejos gigantes. Impresiona lo que puede ser quizá un reloj simbólico girando sin descanso. Pero ¿se les saca el fruto que pueden dar? ¿Colaboran para transmitir emociones o para desarrollar la acción o para diferenciar la identidad de cada uno de los personajes?
-Como pueden ver, salí con muchas preguntas y numerosos ‘quizás’. Pero es muy posible que sean congénitos con el teatro.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 9 noviembre 2018 - 10:55 am
Categoría: General

David Barbero
-Hablando, antes de ayer, con el gran director y actor José Luis Gómez, me comentó que había tenido un gran interés en confrontar las personalidades de Manuel Azaña y Miguel de Unamuno para venir al Teatro Arriaga de Bilbao. Insistió incluso en el verbo confrontar.
-Ayer tuvo lugar la presentación, en ese teatro, del espectáculo sobre ‘Azaña: Una pasión española’.
-En el programa de mano, el propio José Luis lo califica de lectura dramatizada. En su interpretación sobre el escenario, va dejando caer las páginas conforme su texto va siendo superado. Sin embargo, a mi juicio, merece la consideración de una representación integral. El actor encarna al político republicano al interpretar, vivir, sus cartas o sus discursos políticos o sus polémicas.
-Lo hace extraordinariamente bien. Con absoluta perfección en la dicción, de la vocalización, en el gesto, en el movimiento. Realiza otra demostración de su maestría interpretativa. Tiene un dominio absoluto de la totalidad y también de cada uno de los detalles.
-Esa perfección se nota además en el cuidado de todos los aspectos, incluidos les técnicos. La luz, la escenografía, el tono de voz, el humo de los cigarros, el uso de las gafas, los pasos que da.
-La selección de los textos de Manuel Azaña se atribuyen a José María Marco. Sin embargo, la dramatización y la dirección, además de la interpretación, son responsabilidad de José Luis Gómez.
-Debo decir que, a mí personalmente, esos textos y discursos políticos me parecieron lejanos. Pero he de reconocer que en esa opinión sin duda influyó mucho mi convencimiento de que este sistema basado en los partidos políticos está ya periclitado. Así que no lo tomen muy en cuenta.
-Para contraste y por contradecir mi propia opinión, constaté que al salir de la representación, oí que varias personas salían hablando de política y en concreto de la política de estos mismos momentos.
-Asimismo, el propio José Luis Gómez hace, en el programa de mano, una defensa entusiasta de las ideas políticas, de la llamada democracia parlamentaria y de las formas republicanas.
-Así que háganles caso a ellos y no a mí.
-Por mi parte, mantengo mi recomendación de que la maestría y el virtuosismo de José Luis Gómez como hambre total de teatro merece una visita a sus espectáculos.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 8 noviembre 2018 - 12:12 pm
Categoría: General

David Barbero
-Como había prometido públicamente, ayer acudí de nuevo al Teatro Arriaga de Bilbao a ver, de nuevo, la obra ‘Intensamente azules’ con texto de Juan Mayorga e interpretación de Cesar Sarachu.
-El objetivo era completar la visión, o la vivencia, de un acontecimiento teatral que me había resultado de gran interés. Con un punto de desafío personal por captar elementos que habían podido quedar en segundo plano con una sola asistencia.
-Comenzaré con una observación externa. El público de ayer se rió más que el del día anterior. En más ocasiones y con más intensidad. Aunque sin llegar a convertir el espectáculo en una comedia desternillante ni hilarante.
-También los aplausos, al final de la representación, fueron, creo, más espontáneos y sonoros.
-O, al menos, eso me pareció a mí. Quiero poner, con esto, un punto de subjetividad a tales apreciaciones. Ya que también me pareció, a mí, la obra más cercana y comprensible. Lo cual es lógico, por otra parte.
-A lo largo de la representación, me vino una interpretación más psicológica. El día anterior me había llegado una visión más social, más filosófica, más de análisis del momento actual de la sociedad, más ideológica.
-Me pareció una introspección en las contradicciones internas que seguramente están presentes en todos nosotros. El cambio obligado de gafas incidía más hacia dentro que hacia afuera. Incluso sentí como más potente la escena en que se simula una sesión de psicoanálisis con la voz en off del autor (¿). Como si fuera un reconocimiento de la esquizofrenia múltiple que nos acompaña.
-Esa múltiple división interna la quise ver también en las reiteraciones de escenas que arrancan en el mismo sitio o de manera similar, para terminar de forma divergente.
-Ayer me pareció más viva la presencia sobre el escenario de las múltiples personas a las que alude el único intérprete, que sí que está sobre el escenario, pero solo. Tanto los de la familia como los clientes del misterioso y multi semántico bar o lugar de encuentro. Incluso el rey y su guardaespaldas.
-En cambio, noté menos fundamental la metáfora del diluvio. Aunque se ve potenciada al dedicarle las últimas palabras de la obra.
-Todo esto refleja la multiplicidad de sugerencias o impactos emocionales que puede provocar una buena obra incluso en visiones sucesivas.
-Ya veis que me sigue inquietando esta propuesta teatral de mis buenos y admirados amigos Juan Mayorga y César Sarachu. Como si no hubiera llegado a comprender todo lo que hay dentro. El protagonista también tiene una especie de alergia que para evitar el fondo de la piscina.
-En consecuencia, guardaré estas gafas de nadar ‘Intensamente azules’. Seguramente las seguiré usando.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 7 noviembre 2018 - 12:59 pm
Categoría: General

David Barbero
-Ayer acudí al Teatro Arriaga de Bilbao a ver la obra ‘Intensamente azules’ con texto de Juan Mayorga e interpretación de Cesar Sarachu. Iba dispuesto a dejarme sorprender por los dos. Me corrijo. Iba seguro de que sería sorprendido por ambos.
-Con esa confianza, no me preocupé mucho de ir documentado. Me había enterado sólo de que Mayorga aprovechaba una anécdota personal para exponer su visión del mundo. También creía saber que los dos habían apostado por el humor y la poesía para su propósito.
-La anécdota de la necesidad de unas gafas de buceo ‘intensamente azules’ para sustituir a las habituales es expuesta en el primer momento. Y también el reconocimiento de que el cambio del color condiciona lo que ves.
-Desde el principio, Sarachu hace gala, casi una exhibición, de su maestría en los gestos, las expresiones y su sutil habilidad para la comedia.
-Así que me relajé para dejarme llevar más cómodamente por la nueva manera, ‘azul’, de ver la realidad. Recordé, incluso, el verso de Ramón de Campoamor, ‘todo depende del color del cristal con que se mira’.
-Hubo un momento temprano en que me removí en la butaca. Cambié de actitud para atender con todos mis sentidos, y contrasentidos. Quería percibir todo lo que estaba pasando sobre el escenario. Fue nada más presentar un libro muy grueso con el título ‘El mundo como voluntad de representación’ de Schopenhauer.
-César Sarachu lo presenta como una gracieta. Y el público se ríe. Pero inmediatamente comienzan los gestos y las alusiones que te hacen pensar que aquello no va sólo de comedia. Así que hay que estirar el cuello y estar muy atento para no perderse detalle. Es preciso captar todo lo que se quiere decir o sugerir de forma sutil.
-Efectivamente. Comienza una escalada de alusiones y citas. Se retuerce el título de Schopenhauer. Suena Nitzsche. Se oye a Hegel. También se asoma Einstein. Hay alusiones a hechos reconocibles de la actualidad. Existen destalles preocupantes sobre lo que está pasando aquí cerca y un poco más lejos. Aumentan los personajes que llevan gafas de colores, aunque no sean azules.
-Entre gestos interrumpidos, muecas intencionadas y movimientos casi de clown, sin que te des cuenta, te vas metiendo en un análisis profundo de la realidad circundante y también de lo que te está ocurriendo por dentro. O quizá no sea así.
-Para ese momento, metáforas menores, como el deporte, o semejanzas mayores, como el diluvio, ya te han creado un desasosiego interior. Se te han encendido las alarmas rojas – quizá haya que decir intensamente azules- para saber que proponen una revolución en tu pensamiento o en la actitud ante la vida. O quizá ‘simplemente’ la necesidad de cambiar de gafas.
-Este inquietante proceso va ocurriendo sutilmente con la vaselina de un juego aparentemente cómico. Pero hace tiempo que te ha dejado la sonrisa semi congelada. Progresivamente se va creando la sensación de que hay un intenso punto de reflexión que no estás captando en su plenitud.
-De esa manera, te ratificas en que Juan Mayorga ha llegado a un gran dominio de la frase, de la palabra medio dicha, del silencio completado con un gesto, o de los movimientos reiterados para llevarte por caminos desconocidos. Así se explica perfectamente su deseo de contralar la dirección de las obras en las que todos los elementos deben sumarse en una maquinaria de relojería.
-También, de esa manera, se comprende la complicidad –quizá haya que decir simbiosis- que ha alcanzado con César Sarachu en su manera complementaria de entender la acción sobre el escenario y de contagiar, además de transmitir, el conflicto dramático,
-Asimismo se entiende la necesidad de un entendimiento completo con el iluminador, el escenógrafo y el músico. Es preciso caminar juntos por ese delicadísimo alambre que es la representación teatral.
-Como ya he aludido al desasosiego con el que salí ayer de la obra ‘intensamente azules’, volveré hoy a verla. Voy a ir, desde el principio, con todos los sentidos, y los contrasentidos, abiertos. Incluso estoy tentado de ir antes a comprar unas gafas de buceo ‘intensamente azules’. Eso me ayudará. Espero.

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