David Barbero
-Ayer por la tarde fui andando desde mi casa hasta el pabellón 6, en el off Bilbao. Deseaba ver la representación de ‘Historia (casi) de mi vida’, con el texto autobiográfico del poeta Blas de Otero.
-Como hay un largo trecho, me dio tiempo a ir poniéndome en situación. Mi curiosidad principal se centraba en ver qué se podía hacer teatralmente con un texto extenso de narración poética. Era una curiosidad positiva porque, en mi consideración, el equipo que lo iba a llevar a cabo era completamente de fiar.
-Me coloqué en la primera fila para no perderme detalle.
-Desde el primer momento, comprendí que ese equipo, capitaneado por Ramón Barea en la dirección, había construido una joya escénica sobre ese texto. Esa sensación se mantuvo y se amplió a lo largo de toda la representación.
-Son cuatro actores. El escenario está limpio. Juagan con cuatro paraguas, cuatro maletas de madera, cuatro gabardinas y cuatro corbatas. Pero interpretan y viven cada una de las frases y cada una de las palabras. Se podría decir que no hay acciones físicas, pero hay mucha vida. Se podría decir que ‘no pasa nada sobre el escenario’, pero allí están presentes personajes y conflictos.
-Por orden cronológico, hay que admirar la genialidad del poeta Blas de Otero para contar de esa manera su autobiografía.
-El director, Ramón Barea, ha sabido descubrir el significado y la fuerza de cada palabra. Ha puesto movimiento. Ha señalado expresiones. Ha equilibrado el conjunto y cada una de las partes con el ritmo adecuado.
-Es obligatorio citar a los cuatro intérpretes. Felipe Loza, José Luis Esteban, Mikel Losada e Irene Bau. Logran un conjunto armónico sobre la base de individualidades expresivas. Están todavía en las primeras representaciones, pero muestran una complicidad de las grandes orquestas veteranas.
-Hay que aludir también a la música de Gael Ibarrola. En directo, sobre el escenario. Colabora a engrandecer la expresividad del espectáculo.
-Al volver, el actor Mikel Martínez me invitó a ir en su moto. Fuimos congratulándonos del magnífico espectáculo que habíamos presenciado. No nos enteramos ni del frio ni del viento.