David Barbero
-Permíteme empezar con una reflexión – quizá pedante – que me vino a la mente al salir ayer del Teatro Barakaldo, tras ver y disfrutar de la obra ‘Próximo’, escrita y dirigida por Claudio Tolcachir. Pensé, por contraste, en que todavía, en algunas escuelas de teatro, se siguen explicando las unidades de tiempo, lugar y acción a la hora de escribir textos teatrales.
-‘Próximo’ es un claro ejemplo de las cosas extraordinarias que se pueden lograr, teatralmente, cuando se superan, con inteligencia y sensibilidad, los encorsetamientos, convenciones y limitaciones artificiales. La libertad expositiva y emocional, junto a la imaginación, es la mejor vía de expresión también en el teatro.
-Es una pieza teatral sobre la relación emocional de dos hombres jóvenes que viven en lugares tan lejanos como Madrid y Sídney. Se conocen ocasionalmente por las redes sociales. A través de ellas, sin encontrarse nunca físicamente, van desarrollando su relación, sus vidas, sus soledades, sus búsquedas.
-Claudio Tolcachir, como autor y director, da otra buena muestra de su originalidad y su habilidad para presentar historias conmovedoras y emocionantes de manera novedosa e imaginativa. También confirma la capacidad para crear personajes con una psicología variada y profunda. Así mismo, evidencia gran sabiduría para comunicar todo eso a los espectadores. -El juego dramático de esa relación a gran distancia funciona como una pieza de relojería desde el primer momento. Los dos personajes se mueven sobre el escenario cruzándose a veces, mientras se comunican a través del teléfono o del ordenador. La proximidad sobre la escena, sin mirarse directamente en ningún momento, refuerza todavía más la lejanía en que se encuentran.
-De esa manera, el espectador recibe con toda la fuerza teatral las características de su relación, intensa, humana, real, pero también condenada a no verse ni tocarse.
-Para que todo ese mecanismo funcione y comunique las sucesivas emociones de cada momento, es necesaria una enorme capacidad de recursos en la escritura y en la dirección. Tolcachir demuestra aquí tenerla. Ya lo había evidenciado en obras anteriores.
-Junto a él, hay que destacar la labor de los intérpretes, el argentino Lautaro Perotti y el español Santi Marín. Evidencian tener recursos interpretativos muy variados y sólidos. También, demuestran haber realizado una larga y cuidada labor de preparación y ensayo para comunicar emociones a la vez alejadas y próximas.
-Un mecanismo tan sincronizado como éste –antes he puesto el ejemplo del reloj – no podría funcionar sin que todas las piezas estuvieran absolutamente engrasadas, ajustadas y dirigidas al mismo objetivo. El vestuario, la escenografía, la iluminación, el sonido tienen una responsabilidad – y mérito – en el bien funcionamiento.
-Así ayer, al salir del teatro Barakaldo, los espectadores quedamos gratificados y agradecidos por haber podido ver, disfrutar y participar de un espectáculo teatral con esas características tan destacadas.
-Una pena que la sala no estuviera abarrotada. La propuesta lo merecía.