Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 8 septiembre 2016 - 11:18 am
Categoría: General

David Barbero

-Debo comenzar diciendo que el adjetivo ‘entrecortada’ no lo considero el más adecuado. Pero he estado buscando otro y no he encontrado ninguno que se adecuara mejor a lo que quería expresar. Echo la culpa a mi escaso vocabulario.
-Me estoy refiriendo, lógicamente, a la obra de teatro que vi ayer en el Palacio Euskalduna de Bilbao. ‘La respiración’, escrita y dirigida por Alfredo Sanzol.
-Voy a citar a los seis intérpretes. Me parece obligado en esta ocasión. En primer lugar, a Nuria Mencía. Los otros cinco son Pau Durá, Verónica Forqué, Pietro Olivera, Martiño Rivas y Camila Viyuela. Añadiré a Gloria Muñoz, que estrenó la obra en el papel de madre.
-Digamos que se sale de ver la obra con la respiración ‘alterada’. Ese adjetivo puede ser más aséptico. Pero indica que el espectador sale conmocionado por haber participado de un hecho escénico nada estándar. Desde el primer momento, se percibe la existencia de vida, de interés personal, de implicación, de catarsis, de conflicto, de tensión, de inmediatez.
-Todo lo contrario a los productos prefabricados y recalentados. Aunque esté bien, no tienen esa vitalidad.
-Alfredo Sanzol, el autor y director, ya ha dicho que esta obra ha sido para él una terapia, una catarsis, la superación de un momento personal, digamos complicado.
-Esa tensión de algo vivo, algo sufrido y disfrutado con pasión, dolor, gozo, alegría y lágrimas, está presente. Coloca la visión, la vivencia, de este espectáculo en una experiencia distinta.
-Eso es ya en sí un acontecimiento. Pero hablemos de teatro. Muchas veces los autores escribimos sobre hechos que nos afectan muy personalmente. Pero en muy pocas ocasiones, se logra transmitir esa sensación y esas vivencias de tal manera.
-A esa transmisión, colabora la ruptura de las ‘reglas’ expositivas del teatro. Me refiero a no estar sometido a ellas, sino superarlas y utilizarlas como herramientas de comunicación libre y directa. Sanzol supera las convenciones del espacio, o los espacios, los tiempos, las conversaciones, los ritmos, las emociones encontradas, los pensamientos difíciles, las canciones oportunas e inoportunas, las reflexiones en voz alta o en silencio.
-Es una lección de cómo, cuando se dominan las técnicas escénicas y narrativas, se pueden mandar esas normas a tomar viento. Bueno. La palabra lección tampoco es apropiada.
-En esta ocasión, habría que decir ‘a tomar aire’ en lugar de ‘tomar viento’. Porque ‘el amor es aire y el aire sólo se deja respirar’.
-En definitiva, el ritmo que hay que seguir, al participar (no sólo ver) en esa obra, es el de la imaginación, el de la ficción, el de la carencia de límites entre lo real y lo que hay dentro. Es todavía más real.
-Desde el principio, todo es una profunda introspección. Valiente, directa, sin límites. Es un gran soliloquio, aunque existen diálogos y conversaciones multidirigidas. O quizá sea al revés.
-Antes he citado los nombres de todos los intérpretes. Ellos contribuyen mucho a que todo esto sea así. O sea de esa otra manera.
-Quizá ahora se comprenda que la expresión ‘respiración entrecortada’ no es adecuada. Seguiré buscando otra.

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