Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 13 noviembre 2020 - 1:46 am
Categoría: General

David Barbero
-Comenzaré con una declaración de preferencias. Tengo una cierta prevención hacia los monólogos, ahora llamados unipersonales. He utilizado la palabra prevención. No he dicho rechazo. Me mantengo en esos límites.
-La prevención me viene del siguiente razonamiento. Creo personalmente que, en el teatro, las cosas tienen que ‘suceder’ sobre el escenario. No se deben ‘contar’ desde el escenario. Eso entra en el género narrativo.
-Hay otro motivo. En los últimos tiempos, un cierto tipo de monólogos ha adquirido notable popularidad. Sobre todo, con intención cómica. Hay un aspecto concreto que ha proliferado. La manera de enfatizar determinadas expresiones finales de frase para provocar la risa inmediata. Pero ese enfoque monocorde elimina la expresividad en el resto del parlamento. Y llega a impedir la emotividad en su desarrollo.
-No es que los unipersonales siempre sean narrativos. Ni todos tienen como único objetivo la carcajada al final de la frase. Conozco valiosas excepciones. Pero creo que existe una tendencia en tal dirección.
-Esa prevención me ha acompañado esta tarde cuando he ido al Teatro Arriaga para ver la obra unipersonal ‘Chicas y chicos’. Aunque tal sentimiento ha quedado contaminado con informaciones y reflexiones previas.
-En la información sobre el espectáculo y en sus dosieres, abundan las autovaloraciones positivas y laudatorias. Tales exageraciones no suelen ser buen síntoma. También se asegura que la obra tiene un planteamiento feminista, aunque haya sido escrita por un hombre, Dennis Kelly. La intérprete, Antonia Paso, trabaja normalmente en teatro dialogado. Éste es su primer monólogo. La directora, Lucia Miranda, lidera un proyecto en el que el teatro está unido a la intención educativa y de transformación social. Esta intención doctrinal puede ser un arma de doble filo. En ocasiones, es teatralmente enriquecedor. En otras, limitante.
-Así que, en la entrada del teatro Arriaga, me he enjuagado las manos con líquido desinfectante. Y el coco, con la esperanza en la promesa de que, esta vez, el tratamiento era ‘diferente’. Y también en el hecho de que, en la intención de todos, se trataba de la denuncia de un hecho tan horrible y deleznable, a la vez que muy extendido, de la violencia machista.
-Sin embargo tras ver la obra, en mi percepción subjetiva, ha resultado equivocada la elección del monologo. Y también el enfoque de sus tres cuartas partes hacia una interpretación frívola, para buscar la risa en los énfasis intencionados. Además de caer en la banalidad de numerosos tópicos previos. Esa elección y ese enfoque han debilitado, e incluso han impedido, la fuerza y la emotividad necesarias en la parte final, en la que incluía la denuncia de la violencia machista, horrible, deleznable y sin sentido.
-Por esa razón, – insisto en lo de subjetiva,- he titulado este comentario como una oportunidad perdida.

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