Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 2 noviembre 2014 - 12:02 pm
Categoría: General

-Me habían recomendado ver la obra teatral ‘La Venus de las pieles’. Me habían insistido en que viera a la actriz Clara Lago, que últimamente se ha hecho famosa por una película de eco sobredimensionado. Yo por mi cuenta había leído ‘cosas’ sobre la obra y me había interesado un prometido juego sobre el poder y la dominación entre las personas. Así que fui al Teatro de Santurtzi con interés.
-Te corrijo. Fuiste con muchos intereses. También tenías curiosidad por ver el trabajo del director y adaptador David Serrano.
-Comenzando por Clara Lago, hay que decir que es la primera vez que trabaja en teatro profesionalmente. Sale bastante bien parada. Se nota que tiene una especial preocupación por triunfar. Ha escuchado muy atentamente al director y desea gustar. Se lo curra.
-Diego Martín, a su lado, quizá brilla menos.
-Para exponer otros aspectos de la obra, voy a copiar un párrafo del programa de mano. Pertenece a lo escrito por el adaptador y director. Dice: ‘Nada es lo que parece a primera vista en esta función. Casi en cada página, nos topamos con una nueva sorpresa, con un nuevo giro que hace que el espectador nunca sepa qué es verdad y qué es mentira, qué ocultan los personajes y quiénes son en realidad’. A mi juicio, David Serrano tiene un juicio exacto y completo de la obra,
-Efectivamente, en el desarrollo de la pieza hay mucho de lo que Serrano llama sorpresas. Hay muchos giros. Sobre todo hay muchos saltos de los personajes a los intérpretes, convertidos también en personajes, para hacer similares u opuestas sus trayectorias.
-Insisto en que son muchos esos saltos. Y los actores lo salvan con dignidad.
-Serrano exagera cuando dice que el espectador nunca sabe dónde está. Los espectadores ahora son (somos) medianamente inteligentes.
-Lo que sucede es que todos esos saltos, esos giros, lo que él llama sorpresas, son demasiados y no siempre está claro en qué dirección van. En bastantes ocasiones, no sólo no son necesarios sino que son perjudiciales y añaden confusión.
-Todo eso lleva a que la obra parezca larga, se haga pesada y su desarrollo termine resultando confuso.
-Pero, insisto. Me pareció un intento interesante.

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