Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 13 enero 2024 - 12:24 am
Categoría: General

DAVID BARBERO

-Cuando esta tarde me dirigía al teatro Arriaga para ver la representación de ‘El padre’, tenía la seguridad de hacer una apuesta, o una elección, segura. No tenía ninguna duda de que acertaba.

-Los avales de esa seguridad estaban en la interpretación protagonista de José María Pou. En el texto de  Florian Zeller. En la dirección de José María Mestres. En la muy adecuada y eficaz escenografía de Paco Azorín en la muy buena labor de todos los participantes.

-Iba a descubrir como secreto que, además, tenía la ventaja de haber visto este espectáculo en el teatro Romea de Barcelona, en catalán, durante su periodo de representaciones iniciales. Pero no es ningún secreto, ya que coloqué un comentario en este mismo espacio sobre aquella primera visión.

-Añadiré que también han fortalecido esta seguridad algunas incorporaciones en la interpretación para esta gira en castellano. Entre ellas, destaco la incorporación de la actriz bilbaína, de Bilbao, Cecilia Solaguren, en el destacado papel de la hija.

-Ya en Barcelona y en catalán, salí entusiasmado de lo que había visto. Pero reconozco que aquí y en castellano, la impresión ha sido todavía más fuerte. Poder captar todas las expresiones en su totalidad, con las matizaciones de cada palabra, ha sido fundamental.

–En este sentido, he podido apreciar el grandísimo mérito del texto de Florian Zeller. La construcción integral del personaje de Andrés y su especial circunstancia de estar perdiendo el control de sus capacidades mentales y emotivas. El perverso juego de los tiempos y de los lugares. El rompecabezas – nunca mejor dicho- que existe dentro del personaje.  El tema tratado y la manera de hacerlo. La tragedia cotidiana, en lo personal y lo familiar, de ir descubriendo y afrontando las dudas, las discapacidades de la edad avanzada, los lapsus, las pérdidas de memoria, las desconfianzas, las inseguridades.

-Ese mismo mérito es preciso atribuir a la dirección de José María Mestres, por su meticulosidad. Por el cuidado de los detalles. Por la precisión en la definición de cada momento y cada circunstancia.

-Ese reconocimiento debe ser todavía engrandecido al referirse a la interpretación. Mientras estaba viendo hoy la obra, pensaba que este riquísimo e intensisimo personaje, lleno de matizaciones constantes, de detalles imprescindibles, de gestos complicados pero necesarios, perdería gran parte de su fuerza, si no estuviera en las manos José Maria Pou, y en su rostro, y en su cuerpo entero. Y hasta en sus zapatillas. Habría que destacar los tonos matizados de sus palabras. Y lo mismo habría que decir de sus silencios. La importancia de sus dudas y de sus torpezas.

-Junto a él, hay que citar el muy notable esfuerzo de sus compañeros. Además con la circunstancia de que estrenan estos papeles en el Teatro Arriaga de Bilbao, ya que se incorporan a la obra en esta gira en castellano que ha comenzado aquí. A la hora de los aplausos, la bilbaína Cecilia Solaguren ha recibido un reconocimiento especial por su difícil y contenida labor en el papel de la hija. Pero también es precio citar a Elvira Cuadupani. Laura Grube, Jorge Kent y Alberto Iglesias.

-En definitiva, una obra que, en muy pocos años, se ha convertido en un clásico moderno y ante cuya interpretación es obligado descubrirse en señal de reconocimiento.

 

 

 

 

Esta entrada se escribio el Sábado, 13 enero 13 2024 a las 0:24 am. en la categoría: General. Puedes seguir los comentarios de esta entrada usando RSS 2.0 feed. Puedes dejar una respuesta, o trackback desde tu pagina web.

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