Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 14 enero 2024 - 11:33 pm
Categoría: General

DAVID BARBERO

-Esta tarde he acudido a la sala la sala La Fundición de Bilbao con el fin de ver, de nuevo, la simbólica pieza de danza titulada ‘Barbecho’ de la que es autor, coreógrafo e intérprete Natxo Montero. Pero no está sólo ni mucho menos. En la dirección, le ha acompañado Pako Revueltas. La interpretación integral la comparte con la catalana Laia Cabrera. Ambos aparecen engabardinados y con máscara de cerdo para la caracterización de sus personajes.

-Se da la circunstancia de que esta pieza la estrenaron hace diez años en esta misma sala. Después, llevaron a cabo una gira extensa y dinámica. Incluso con algunas modificaciones.

-Digamos que ha tenido un recorrido participativo. Ha ocasionado  procesos de reflexión sobre el trabajo de creación artística en la danza e incluso ha provocado comentarios, debates y hasta alguna polémica sobre este tema.

-El contenido de la pieza y el propio título lleva a un simbolismo sobre ese proceso de auto reflexión en los modelos de creación en danza contemporánea y otras manifestaciones artísticas cercanas. Aunque es una sola pieza, se pueden visualizar tres partes.

-En la primera, la más extensa, se presenta una muestra de danza contemporánea llena de un ritmo vertiginoso, casi alocado, con movimientos rítmicos, con juegos, con una actividad descontrolada premeditadamente, con alusiones a la tierra y a su cultivo, que viene a terminar en una situación de cáos, mezclado con algunos elementos cómicos.

-La segunda parte cambia radicalmente. Se convierte en una crítica irónica y severa de las visiones exageradas sobre las creaciones artísticas, sobre las  elucubraciones vacías y pomposas que se suelen utilizar para engrandecer artificialmente el resultado logrado.

-La tercera parte está dedicada a las vivencias internas y reales de los artistas en el proceso de creación, a sus incertidumbres, a los malos momentos, a los enfrentamientos, a las tentaciones de dejarlo todo. Para terminar, como los efectos del periodo de barbecho, construyendo los surcos en ese terreno. Unos surcos rectos, pero que también se entrecruzan con una forma cercana a un laberinto.

-Supongo que a todos nos suena el nombre de barbecho como una tierra de labranza que no se siembra durante un tiempo para dejarla descansar y permitir que se rellene de nuevos nutrientes con el fin de mejorar las cosechas en el futuro.

-De esta manera, el simbolismo de esta técnica y la posibilidad de aplicarlo, aunque sea metafóricamnete, a las actividades artísticas y a otras prácticas humanas resultan un salto relativamente próximo. Induce a aconsejar procesos de descanso, de quietud, de reflexión o de infertilidad voluntaria, con el fin de buscar maneras más eficaces, más productivas y más enriquecedoras.

-A lo largo de la pieza, hay evidentes sugerencias en esa dirección como puede ser la presencia de tierra sobre el escenario y las diferentes manipulaciones o tratamientos que se hacen de ella. Un elemento destacado de la obra es la reiteración de los procesos lúdicos, los constantes juegos. Quizá como alusión al proceso creativo. Otro aspecto a destacar es la parte orientada hacia un análisis crítico, con notables ironías a modo de auto crítica.

-Todo este complejo y enriquecedor proceso es llevado a cabo con muy notable precisión y solvencia por Natxo Montero y Laia Cabrera, bajo la dirección de Paco Revueltas. Además de sus cualidades como intérpretes de danza contemporánea, demuestran una gran capacidad para transmitir las más variadas emociones, desde la ironía hasta la profunda tristeza, y una notable versatilidad en la interpretación teatral.

– Buen ejemplo éste que nos ofrecen, el de reflexionar sobre el trabajo propio, el de colocarse en estado de análisis continuo, de cuestionamiento personal. Como si estuviéramos en periodo de ‘barbecho’.

-Puede ser una excelente manera de mejorar. Y no sólo en danza. Ni únicamente en las actividades artísticas. Sino en … Cada uno se lo puede aplicar a su caso particular.

 

 

 

 

 

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 14 enero 2024 - 1:18 am
Categoría: General

DAVID BARBERO

-Comienzo con una precisión cronológica. Estoy escribiendo este comentario al terminar el día 13 de enero del año 2024. Dentro de unos minutos ya estaremos en el día 14. Permitidme que insista en que es enero del 2024. Con esa repetición, deseo precisar que en esa fecha se cumplirán con exactitud, según mis cálculos, tres años del estreno de la obra teatral ‘Viaje a ninguna parte’ en el teatro Arriaga de Bilbao.

-Hace unas horas, esta tarde-noche, he tenido un especial interés en estar presente en la última representación de esta obra, realizada en Pabellón 6 de Bilbao como cierre de una estancia de varias semanas.

-Me ha parecido significativo asistir a estos dos importantes momentos. Entre ellos, han tenido lugar numerosas representaciones en localidades diferentes, en una larga gira, reviviendo los participantes personalmente ‘el viaje a ninguna parte’ que iban representando.

-Es preciso citar a esos esforzados, y también privilegiados creo, participantes. Ramón Barea, en la doble calidad de director e intérprete. Patxo Tellería, Mikel Losada, Itziar Lazkano, Irene Bau, Olatz Ganboa, Diego Pérez y Adrián García de los Ojos.

-Les ha acompañado en espíritu, el autor Fernando Fernán Gómez, desde donde esté. Una cercanía mayor  ha tenido el adaptador Ignacio del Moral. También José Ibarrola como escenógrafo. David Alkorta, pendiente de la iluminación. Betitxe Saitua, atenta al vestuario. Maria Casanueva, con la mirada en el atrezzo.

-Para los que hemos asistido a estas representaciones ha resultado una gran satisfacción y un placer a causa de la gran calidad del trabajo realizado en todos los aspectos.

-Al comentar este ‘Viaje a ninguna parte’, se ha solido destacar el gran mérito de retratar con tanta fidelidad y exactitud, con nostalgia, con ironía y una cierta voluntad de denuncia, la vida trashumante a la que se veían obligados los cómicos y teatreros. Es, sin duda, uno de sus grandes méritos, muy digno de destacar y alabar.

-Habiendo asistiendo a estas dos representaciones, así como habiendo leído el texto literario en que se basa y habiendo visto la película paralela, yo he encontrado, como añadido o a la vez, una metáfora de la vida misma, la de todos y la de cada uno de nosotros, como un ‘viaje a ninguna parte’ en el que, durante unas cuantas décadas de media, vamos desarrollando la representación de lo que llamamos nuestra vida, y además nos hacemos la ilusión y hasta aparentamos creer que es la realidad.

-Así que es preciso manifestar el sincero agradecimiento a todos los que han provocado, con tanta precisión y tanta calidad artística, tal identificación con ese ‘Viaje a ninguna parte’.

 

 

 

 

 

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 13 enero 2024 - 12:24 am
Categoría: General

DAVID BARBERO

-Cuando esta tarde me dirigía al teatro Arriaga para ver la representación de ‘El padre’, tenía la seguridad de hacer una apuesta, o una elección, segura. No tenía ninguna duda de que acertaba.

-Los avales de esa seguridad estaban en la interpretación protagonista de José María Pou. En el texto de  Florian Zeller. En la dirección de José María Mestres. En la muy adecuada y eficaz escenografía de Paco Azorín en la muy buena labor de todos los participantes.

-Iba a descubrir como secreto que, además, tenía la ventaja de haber visto este espectáculo en el teatro Romea de Barcelona, en catalán, durante su periodo de representaciones iniciales. Pero no es ningún secreto, ya que coloqué un comentario en este mismo espacio sobre aquella primera visión.

-Añadiré que también han fortalecido esta seguridad algunas incorporaciones en la interpretación para esta gira en castellano. Entre ellas, destaco la incorporación de la actriz bilbaína, de Bilbao, Cecilia Solaguren, en el destacado papel de la hija.

-Ya en Barcelona y en catalán, salí entusiasmado de lo que había visto. Pero reconozco que aquí y en castellano, la impresión ha sido todavía más fuerte. Poder captar todas las expresiones en su totalidad, con las matizaciones de cada palabra, ha sido fundamental.

–En este sentido, he podido apreciar el grandísimo mérito del texto de Florian Zeller. La construcción integral del personaje de Andrés y su especial circunstancia de estar perdiendo el control de sus capacidades mentales y emotivas. El perverso juego de los tiempos y de los lugares. El rompecabezas – nunca mejor dicho- que existe dentro del personaje.  El tema tratado y la manera de hacerlo. La tragedia cotidiana, en lo personal y lo familiar, de ir descubriendo y afrontando las dudas, las discapacidades de la edad avanzada, los lapsus, las pérdidas de memoria, las desconfianzas, las inseguridades.

-Ese mismo mérito es preciso atribuir a la dirección de José María Mestres, por su meticulosidad. Por el cuidado de los detalles. Por la precisión en la definición de cada momento y cada circunstancia.

-Ese reconocimiento debe ser todavía engrandecido al referirse a la interpretación. Mientras estaba viendo hoy la obra, pensaba que este riquísimo e intensisimo personaje, lleno de matizaciones constantes, de detalles imprescindibles, de gestos complicados pero necesarios, perdería gran parte de su fuerza, si no estuviera en las manos José Maria Pou, y en su rostro, y en su cuerpo entero. Y hasta en sus zapatillas. Habría que destacar los tonos matizados de sus palabras. Y lo mismo habría que decir de sus silencios. La importancia de sus dudas y de sus torpezas.

-Junto a él, hay que citar el muy notable esfuerzo de sus compañeros. Además con la circunstancia de que estrenan estos papeles en el Teatro Arriaga de Bilbao, ya que se incorporan a la obra en esta gira en castellano que ha comenzado aquí. A la hora de los aplausos, la bilbaína Cecilia Solaguren ha recibido un reconocimiento especial por su difícil y contenida labor en el papel de la hija. Pero también es precio citar a Elvira Cuadupani. Laura Grube, Jorge Kent y Alberto Iglesias.

-En definitiva, una obra que, en muy pocos años, se ha convertido en un clásico moderno y ante cuya interpretación es obligado descubrirse en señal de reconocimiento.

 

 

 

 

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