David Barbero
-Fui ayer por la tarde hasta el Teatro Serantes de Santurtzi con el siguiente pensamiento. ‘A ver cómo funciona sobre el escenario una novela que ha tenido éxito entre los lectores como libro en papel’.
-Representaban ‘El pinto de batallas’. Es una adaptación o versión de la novela original del conocido y polémico escritor y académico Arturo Pérez Reverte. Es una obra muy personal de este autor. Él mismo es el protagonista. Y trata directamente sobre sus propias inquietudes.
-A favor, contaba que el director y responsable de la versión fuera Antonio Álamo. Un triunfador en lides literarias y escénicas.
-Aquí debe incluir una laguna mía. Antes de ir a la representación, había buscado datos sobre si la adaptación del texto al teatro había sido obra de Pérez Reverte. Había encontrado explicaciones contradictorias. Así que acudía con esa duda.
-Los actores, Alberto Jiménez y Jordi Rebellón, también se podían considerar valores favorables.
-A la salida del teatro, y también durante la representación, mi pensamiento era: ¿Por qué algo que ha triunfado en el libro no funciona en el escenario?
-Lo fui pensando durante bastante tiempo. Es una cuestión importante y útil para mí. Sin embargo, no llegué a conclusiones definitivas ni útiles. Sólo a meras suposiciones.
-Es de suponer, para mí, que se deba a que las claves literarias de una novela no sean las mismas que las de una obra teatral. Seguramente el texto sea demasiado narrativo, aunque esté dialogado. Es posible que le falte tensión dramática.
-Quizá era un planteamiento más de debate teórico o de auto reflexión que de confrontación emocional. Los actores se esforzaron en gritar algunos párrafos y decir otros en voz muy baja. Pero eso es sólo un truco.
-Hay que reconocer que es buena la idea de pintar de cara al público y que la pantalla esté detrás. Pero la aparición de los trazos y colores era también narrativa o informativa.
-En definitiva. No insistas. No descubriste la causa auténtica de que ese texto de novela no funcione en teatro.