DAVID BARBERO
-Esta tarde he acudido al Teatro Social de Basauri para ver, de nuevo, la obra titulada ‘Carmen, nada de nadie’. Tiene como personaje protagonista absoluto a Carmen Díez de Rivera, una mujer fascinante que tuvo un muy destacado papel en la vida política y social en España durante los años de la transición política en la segunda mitad del siglo pasado.
-Para algunas y algunos de los que estáis leyendo este comentario, os puede resultar un personaje desconocido, aunque pertenezca a la historia reciente de nuestra sociedad. Yo, ya entonces, me dedicaba a mi profesión periodística, en las secciones de información y opinión política. Por ese motivo, tuve ocasión de seguir atentamente su muy interesante trayectoria. Ésa ha sido la razón de mi interés en ver de nuevo la obra, ya que viví intensamente los hechos que se exponen.
-No se puede decir que este texto teatral sea eso que en cine se llama un ‘biopic’. Pero se le aproxima. Tiene también un importante componente de crónica o relato documental de ese periodo político. Se han añadido alusiones a posibles atracciones emocionales sin confirmar con el entonces presidente Adolfo Suárez o el ahora rey emérito. Todo mezclado con los episodios muy especiales de su vida personal. Desde su nacimiento como hija ‘ilegítima’ del filonazi Ramón Serrano Suñer, ministro de asuntos exteriores de la dictadura y cuñado del propio dictador. Pasando por el impactante choque emocional al enterarse de que el novio con que reunía el papeleo para casarse era hijo ‘legítimo’ de su padre.
-De esa manera, han quedado atendidas las curiosidades extra teatrales. El tratamiento los hechos principales, sin embargo, se ha quedado en un nivel de iniciación, sin gran profundidad, sin elementos críticos, como para ofrecer una información casi a nivel de Wikipedia, para quienes no conocían o habían olvidado a una persona de tanto interés.
-Se puede reconocer que como documental escénico, puede tener las cualidades de agilidad y variedad en la conexión de las escenas y los hechos. Las características estrictamente escénicas del espectáculo me han llevado, de nuevo, a comprobar que el teatro no debe tener las mismas estructuras que la crónica periodística. Su tratamiento tiene que ser diferente. Los datos se han de convertir en acción dramática. Las conversaciones teatrales no pueden ser meramente informativas. Los conflictos, la intriga y las emociones deben estar por encima. Pero no aparecen así en el texto de Francisco Justo Talón y Miguel Pérez García. Ni son orientadas de esa manera por la dirección escénica de Fernando Solo.
-Se echa especialmente en falta el tratamiento dramático de los personajes. Aparecen, por ejemplo, la madre de Carmen de Rivera, la marquesa de Llanzol, Sonsoles de Icaza, o el presidente Adolfo Suárez o el rey Juan Carlos primero, sólo como referencias históricas, sin personalidad dramática. Por cierto, éste último, con perfil claramente positivo.
-Esta ‘desdramatizacición’ de los personajes tiene efectos negativos para la interpretación que han tenido que realizar los actores y las actrices,. Ellos son Oriol Tarrasón, Ana Fernández y Victor Massán, junto a Beatriz Arguello que encarna a la protagonista, sustituyendo a Mónica López , que estrenó el papel.
-Con todo, he salido del Teatro Social de Basauri, ya de noche, gratificado al considerar que las artes escénicas están para ser espejo de las cosas que suceden en la sociedad.
Esta entrada se escribio el Sábado, 5 abril 5 2025 a las 23:18 pm. en la categoría: General. Puedes seguir los comentarios de esta entrada usando RSS 2.0 feed. Puedes dejar una respuesta, o trackback desde tu pagina web.