Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 11 marzo 2017 - 11:10 am
Categoría: General

David Barbero
-La representación en el teatro de la adaptación de novela ‘En la orilla’, escrita por el gran Rafael Chirbes produce el efecto de remover el estómago y producir asco sobre lo que sigue sucediendo. Es exactamente lo que lo que debe hacer el teatro.
-‘En la orilla’ se está representando estos días en el teatro Arriaga de Bilbao. Acaba de estrenarse en Alicante. Ahora comienza un largo recorrido que le permitirá producir ese mismo efecto en otras numerosas ciudades.
-La iniciativa se debe a un deseo personal del actor, director y productor teatral Adolfo Fernández. Ya tenía esta idea con las anteriores obras narrativas de Chirbes. Su elección de este texto vino ratificada por detrás con la entrega de números premios y otros tantos reconocimientos para el autor, lamentablemente desaparecido.
-Así el solitario y comprometido autor tuvo entonces y sigue teniendo ahora no solo el aplauso sino sobre todo la satisfacción de su deseo de extender su denuncia social y política sobre lo que sucedía y sigue sucediendo.
-No ha sido tarea fácil la de Adolfo Fernández y su equipo. El contenido y la forma de narrar de Rafael Cribes no son ni lineales ni evidentes a la primera lectura. Exige un esfuerzo notable del lector. Ese mismo esfuerzo, esa participación activa, esa atención cómplice es pedida también para asistir a este espectáculo.
-La primera dificultad a superar ha sido la adaptación de texto. Para ello, ha contado con la ayuda del actor Ángel Solo. Numerosas versiones han sido necesarias antes de llegar al texto representado.
-La dirección y puesta en escena no han sido pasos más sencillos. La diversidad de escenarios y la vinculación con los elementos exteriores son esenciales en la historia. Ahí la escenografía de Emilio Valenzuela y el diseño grafico hacen una importante colaboración. En este campo, ha dado sus primeros pasos la jovencísima Nuria Hernando.
-La interpretación ha sido otro cuidado muy detenidamente atendido. Se han buscado actores y actrices con calidad y con actitudes especiales para tan característicos personajes. La elección de César Sarachu, para el papel de Esteban, ha sido determinante. Difícil papel. Sobre todo viniendo de la antípodas en ‘Reikiavik’. Marcial Álvarez hace una encarnación ajustada de Justino. Sonia Almarcha se triplica con gran maestría. Rafael Calatayud, Ángel Solo y Yoima Valdéz también deben diversificar su esfuerzo. El mismo Adolfo Fernández, además de la dirección y adaptación, asume un personaje determinante en la acción.
-Habría que citar y felicitar a todos los demás participantes por la encomiable labor de hacer que el teatro cumpla con su misión de hacer se revulsivo de la sociedad.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 3 marzo 2017 - 1:04 pm
Categoría: General

David Barbero

-La labor del director y actor Josep María Flotats en la obra ‘Serlo o no’ demuestra sus grandes cualidades en estos dos campos. Estos días lo está demostrando en el teatro Arriaga de Bilbao. Desde aquí, irá al Festival de teatro de Eibar. Allí lo explicará incluso de modo teórico.
-No sé si quieres decir que lo único destacable del espectáculo es la labor de Flotats.
-Aprovecho que lo hayas dicho tú. La obra del autor, muy conocido y premiado en Francia, Jean Claude Grumbert es un entretenimiento. Lleva un subtitulo: ‘Para acabar con la cuestión judía’. Lleva pensar que desea tratar el tema con cierta profundidad. Pero se queda un buen ejercicio de estilo. Al menos, eso me pareció a mí.
-Hay que reconocer que los diálogos están hechos con agilidad, humor, intención y naturalidad. Demuestran que su autor tiene una destacada maestría.
-Nadie duda de las cualidades de Grumbert como arquitecto de textos teatrales. Su trayectoria y los premios recibos lo acreditan. Pero la repetición de escenas idénticas en rellano de la escalera se sostiene por los matices de la interpretación, sobre todo de Flotats, y en su delicada labor de dirección.
-Quizá la preocupación por dar al espectáculo un ritmo adecuado y un porcentaje de humor de cara al público, debilite la apreciación del contenido.
-Un comentario específico merece el monologo final. Cumple, por lo menos, dos funciones. Pretende rodear a la obra de esa aparente profundidad sobre el tema. Por otra parte, sirve para que el actor realice una exhibición de sus extraordinarios recursos interpretativos.
-Digamos, como información, que es un añadido sacado de los libros de memorias del propio autor. Lo ha elaborado, creo, Flotats con el consentimiento de Grumbert, que es su amigo.
-En consecuencia, una muy buena ocasión para comprobar una magistral interpretación de un maestro.
-¡Ah! He cometido una injusticia al no citar a Arnau Puig. Es el otro protagonista de la obra.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 17 febrero 2017 - 1:01 pm
Categoría: General

David Barbero

-Ayer por la noche en Bilbao, a la salida del Teatro Arriaga, tras ver la representación de ‘The winter’s tale’ de Shakespeare, hicimos un corro y nos quedamos charlando. Coincidíamos en la satisfacción y el lujo que significa poder disfrutar de un espectáculo tan magnífico.
-Nos referíamos al montaje realizado por la compañía inglesa Cheek by Jowl, dirigida por Declan Donnellan.
-Con la satisfacción y el lujo, nos referíamos al hecho de que Bilbao se haya convertido en una parada de ese circuito internacional, reducido y selecto, en el que se mueve este tipo de espectáculos.
-Acabábamos de ver, presenciar, participar y disfrutar de una puesta escena modélica en todos los sentidos de una de las últimas obras de Shakespeare, ‘El cuento de invierno’. Quizá no muy conocida. Pero imprescindible. Una historia desbordante, sin límites, poliédrica, llena de matices, con elementos cómicos y dramáticos, violentos y entrañables, amor y violencia, sabiduría y agresividad.
-La obra se representaba en inglés con sobre títulos en castellano y en euskera. A veces, la traducción de texto ayudaba a entender mejor los hechos y el carácter de los personajes. Otras, te podías dejar llevar del sonido, del tono, de la melodía. En ocasiones, llamaba tu atención la distribución de los personajes en la escena, o sus movimientos, o sus gestos.
-Un atractivo no menor era el partido sacado en los pocos elementos escénicos. La expresividad, la eficacia para determinar la acción o completar el carácter o producir una emoción. Hay que aludir al juego exacto de las luces. El sonido total y múltiple de las voces. ¡Los efectos sonoros, impresionantes!
-Un capítulo especial es la perfecta, coordinada y ajustada actuación de todos los intérpretes. Los muchos que eran. La perfecta definición de cada individualidad. El coordinado ensamblaje del conjunto en cada momento. Su diversidad y su armonía.
-Decir algo sobre la maestría de Declan Donnellan resultaría reiterativo. El dominio de todos los elementos. La atención individualizada a cada uno de ellos. La graduación de los efectos. La plasticidad. La comunicación con el público.
-Hay algo fundamental en el planteamiento que es digno de destacar. No se trata de reproducir con exactitud la época de Shakespeare, de su mundo, de sus problemas, de sus intenciones. El mundo de Shakespeare es éste. Hoy mismo. Las personas de hoy tenemos los mismos problemas, necesidades y deseos que los de hace 400 años. Los matices diferenciadores son circunstanciales. Con ese pensamiento, Donnellan consigue que funcione perfectamente el contraste de mantener el texto exacto del gran autor británico y colocar a los personajes en este mismo momento.
-Lo dicho al principio. Una gran oportunidad, una satisfacción, un lujo haber podido ver en Bilbao ‘The winter’s tale’ de William Shakespeare, dirigido por Declan Donnettan e interpretado por todo su equipo.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 12 febrero 2017 - 12:08 pm
Categoría: General

David Barbero

-Ya sé que lo normal, y hasta lo correcto, es referirse al ritmo de la respiración. Pero yo voy a hacer alusión al tono.
-Ayer fui al Teatro Social de Basauri para ver la obra teatral ‘La respiración’, escrita y dirigida por Alfredo Sanzol. Era la tercera vez que la veía, en un periodo de medio año. Si he repetido tantas veces es porque me ha parecido una obra de notable interés y calidad. Incluso previamente, había hablado con varias protagonistas de la obra y había leído numerosos comentarios.
-En la representación de ayer, me pareció que la obra tenía un tono diferente. Un tono más distendió, más cómico, más humorístico. Creo que no sólo lo percibí yo. Una buena parte del público se rió sonoramente en varias ocasiones. Las otras veces en que vi la obra, no se pasaba de meras sonrisas silenciosas.
-Mi memoria me lleva a pensar que el tono, en las representaciones anteriores, era más contenido, más emotivo, quizá con un poco de dolor. Se notaba, seguramente, que el autor y director partía del hecho vivido recientemente de su separación. No sólo partía de esa circunstancia, sino que se refería a ella directamente. La convertía en objeto directo de la obra. Planteaba la terapia que había desarrollado para salir de esa situación penosa y agobiante.
-Soy consciente de que este asunto de los tonos puede estar influido por mucha subjetividad. Me refiero también a mi subjetividad o estado de ánimo. Igual el cambio de tono estaba en mí.
-Tampoco he querido afirmar que las primeras representaciones me gustaran más que la de ayer. Ni lo contrario. Sólo he querido señalar la diferencia que noté.
-Alguien, al terminar la representación, comentó que podía ser que la larga gira ha hecho que los actores se sientan más cómodos y se relajen.
-Otra persona aludió a que podía ser que el hecho penoso de la separación que provocó la obra esté ya resuelto y que el encuentro de un nuevo amor haya cambiado el tono.
-Sea cual sea el motivo, se demuestra que el teatro es un arte vivo y que su ‘respiración’ puede tener diversos tonos.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 10 febrero 2017 - 12:40 pm
Categoría: General

David Barbero

-Os cuento que ayer, antes de ir a ver la obra ‘Incendios’ en el teatro Arriaga de Bilbao, volví a leer los comentarios que se hicieron a raíz de su estreno en el Teatro de la Abadía de Madrid. Eran muchos. Incluso añadí algunos otros que han surgido posteriormente. No encontré, en ninguno de ellos, crítica alguna. Ni siquiera en aspectos parciales. Es una unanimidad sorprendente en cuestiones tan subjetivas como las artísticas.
-La representación en el teatro municipal bilbaíno sirvió para confirmar esas impresiones favorables. La sala estaba completamente llena y el público reaccionó con entusiasmo.
-Destaca el planteamiento del autor libanés, canadiense y parisino, por lo menos, Wajdi Mouawad. Un serio y profundo planteamiento como una tragedia contemporánea. Es admirable con qué precisión plantea un caso participar y logra que trascienda hasta un valor universal. Tiene también una adecuada combinación y equilibrio entre los elementos racionales y los emotivos. Las razones y argumentos de la razón tienen mucha fuerza junto a los sentimientos más profundos.
-Las alabanzas hacia la puesta en escena dirigida por Mario gas han sido también muy numerosas. Va en la misma dirección: potenciar los elementos de las grandes tragedias, a la vez actuales e intemporales.
-La lista de los integrantes del elenco es larga. Pero se queda corta. Algunos actores tienen de duplicar papeles. Están magníficos todos. Han sido muy bien elegidos. Ellos ponen un gran empeño y una esforzada maestría. Los aplausos premiaron largamente a todos. Se detuvieron en Nuria Espert como protagonista. También en Ramón Barea. Se le notó que puso un especial interés en hacerlo bien ante sus vecinos y colegas.
-Como ven, lo que ya se había dicho. Pero está muy bien reiterarlo.
-Quizá haya que aconsejar a los futuros espectadores que, además de ir con una actitud abierta para percibir todos los matices, es conveniente tener una disposición atenta para sacar todo el fruto de cada una de las escenas. Sería una pena.

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