Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 27 octubre 2017 - 10:00 am
Categoría: General

David Barbero

-Voy a tratar de explicar los motivos por los que he acudido con mucho interés y expectación a ver la representación teatral de ‘Los sueños’ de Francisco de Quevedo que está teniendo lugar en el Teatro Arriaga de Bilbao. Sería una exageración decir que es uno de mis libros de cabecera. Pero sí que está incluido entre mis clásicos preferidos. En mis clases en la universidad, coloco alusiones a este texto siempre que puedo, incluso aunque no vengan totalmente a cuento.
-Lo considero un texto muy lúcido, esclarecedor de la naturaleza de la sociedad y de las personas que la rigen, demostrando un gran conocimiento de la conducta humana. A la vez, es una diatriba valiente y certera contra los abusos y los vicios de los poderosos y gobernantes que se aprovechan de sus privilegios para explotar a la población y mejorar su vida a costa de los vecinos. Es un libro que refleja con exactitud la sociedad del siglo XVII, el llamado siglo de oro. Pero con esa misma exactitud refleja la sociedad, las injusticias, y los abusos de este siglo XXI que parece tan lejano pero tiene tantas semejanzas.
-Hay otro aspecto que aumentaba mi curiosidad al acudir al estreno. ‘Los sueños‘ de Quevedo es un libro, en realidad cinco, muy difícil de leer y entender. Hay que prestar mucha atención y mucho detenimiento para comprender y para seguir su argumentación y sus intenciones. No es un texto teatral. Tampoco es narrativo. Es un tratado filosófico, doctrinal, sociopolítico, moral a su manera, crítico y escrito con mucha ironía. Hay alusiones personales y censuras a caballeros considerados prohombres de aquel tiempo. En definitiva, un gran texto, pero hermético.
-Me interesaba, por estas razones, comprobar cómo se había hecho la adaptación, o mejor la adecuación, para no sólo facilitar sino hacer posible su comprensión sobre el escenario. Quería imaginar cómo sería esa visualización teatral mínimamente asequible, dramatizada y entendible. También existía en mí, la curiosidad sobre cómo se acercarían las críticas y denuncias de Quevedo a nuestros días y a nuestros problemas.
-Todo esto indicaba que mi interés y mis expectativas sobre esta representación de ‘Los sueños’ eran muy grandes. Lo consideraba un reto fantástico y esperanzador, una oportunidad para disfrutar y, sobre todo, una posibilidad de contemplar un trabajo difícil pero bien hecho. .
-Adelantaré que mi curiosidad iba dirigida principalmente hacia las características de la versión que firmaba José Luis Collado. También hacia Gerardo Vera que figuraba como responsable de la dramaturgia y la dirección. Reconozco que otra buena parte de mi interés estaba depositado en ver cómo era la interpretación de Juan Echanove como principal protagonista.
-Digamos, aunque sea innecesario, que los juicios valorativos y las sensaciones estéticas siempre son subjetivas. Y que las subjetividades todas son validas y respetables.
-Comenzando por la versión, calificada de libre en el programa de mano, diré, -insisto subjetivamente-, que no respondió a esas expectativas expuestas. No hizo más comprensible el texto, no lo desentrañó, no lo hizo más fácil de entender. Tampoco lo actualizó ni lo relacionó con los problemas actuales. El resultado me pareció más complicado e incluso más confuso que la lectura del clásico.
-El mezclar el contenido del libro con la vida de Quevedo sin duda iba dirigido a dar un poco de acción a la obra. La inclusión de sonetos de amor y partes de otras obras de Quevedo también pretendía dar más variedad. Pero no tengo la sensación de que se haya logrado. Quizá haya contribuido incluso a aumentar la complejidad.
-En lo referente a la figura y carácter que se presentan de Francisco de Quevedo, habría que decir que se ha reducido a un monoplano referido a su enfermedad y carácter huraño en los últimos años. En muy pocas ocasiones, aparece el Quevedo crítico, polemista, irónico, vigoroso, a veces agresivo, en otras festivo y acido. Las idas y venidas en diferentes momentos de su vida lo hubieran permitido. Y el espectáculo lo habría agradecido.
-Gerardo Vera ha llevado el espectáculo a un tono solemne, a unas coordenadas de teatro total, profundo, fundamental, elevado, serio, de gran maestro de la escena. Las tonalidades de los paneles, los decorados, casi totas las ropas y vestidos se han llevado al blanco monocorde. Se ha tratado de atribuir una explicación conceptual y simbólica también elevada. Pero desde luego no contribuye a dar más variación, ni color, ni relajo. Logra, en cambio, que el espectáculo sea fatigoso para los espectadores.
-Creo, en cambio, que Juan Echanove realiza un trabajo muy fuerte y muy intenso. Incluso físicamente, hace un esfuerzo notable. Su interpretación y su encarnación de un personaje tan consistente y tan poliédrico son afrontadas con absoluta entrega y determinación. El contenido de su personaje también está enmarcado en las líneas de la versión y la dramaturgia establecida desde arriba. Pero su trabajo es propio.
-Para terminar, insisto de nuevo en que todas las sensaciones e interpretaciones son subjetivas y respetables. Una chica joven, en la butaca de mi lado izquierdo, no dejaba de repetir emocionada ‘Impresionante, impresionante’. Había acudido acompañando a su abuela, que asentía a esa muy positiva impresión. Seguro que tienen mejor criterio que yo. Sigan su ejemplo y no me hagan caso a mí.

Esta entrada se escribio el Viernes, 27 octubre 27 2017 a las 10:00 am. en la categoría: General. Puedes seguir los comentarios de esta entrada usando RSS 2.0 feed. Puedes dejar una respuesta, o trackback desde tu pagina web.

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