Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 14 enero 2018 - 11:44 am
Categoría: General

David Barbero

-Seré sincero. Cuando ayer fui al Teatro Barakaldo para ver la obra ‘Cuaderno en blanco’ de la compañía Hika iba con pocas dudas. Estaba convencido de que encontraría su delicado trabajo, su detenido tratamiento, su cercanía, su valentía en afrontar los temas más personales, su manera próxima, y a la vez profunda, de comunicarse con los espectadores. En anteriores ocasiones, había sido así y no tenía ningún motivo para pensar que, esta vez, fuera de otra manera.
-Iba también lleno de esperanza y curiosidad por ver y sentir el planteamiento de esta obra. Sabía, por confidencias internas y comentario externos, que se trataba de una indagación en el alma femenina a través de sus aspectos más humanos, llenos de incertidumbres y esperanzas, de alegrías y frustraciones, de indecisiones y encuentros valientes.
-Una de las expectativas más acuciantes, en mi camino hacia el teatro, era encontrarme con la exposión fragmentada y hábil de la anécdota, con la apertura poliédrica de las muchas capas que tienen los personajes de sus obras y con las atmósferas llenas de sugerencias.
-Estaba también convencido de que tendría que estar muy atento a captar detalles significativos en los que estarían depositados elementos importantes de la historia.
-Antes de entrar, me detuve un momento y me aconsejé a mí mismo abrir la actitud y la disposición para facilitar la entrada y el contagio de las emociones, que es seguramente la especialidad última de sus propuestas.
-Creía saber que, en el tratamiento previo, había estado el deseo de meterse en el mundo intenso de la Bernarda de Lorca. Y que ese deseo había sido sustituido por la afortunada tentación de crear un ámbito propio, aunque dejando que la resonancia quedara latente.
-Arantxa Iturbe y Agurtzane Intxaurraga, ya me habían ganado en otras ocasiones como autoras a cuatro manos. Había comprobado la manera de dirigir, suave y sutil pero segura, de Agitane y también la expresividad ajustada en sus interpretaciones. De Itziar Ituño y Miren Gojenola, todavía tenía, en la retina y más adentro, el recuerdo de otros de sus personajes.
-Así que, en cuanto las tres aparecieron en el escenario, la madre se acercó a proscenio, abrió la ventana y lanzó su inescrutable mirada, comprendí que debía dejarme llevar. Y eso hice.

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