David Barbero
-Voy a explicar el título de este comentario por si resulta enigmático. Arnold Schönberg, el compositor de la opera ‘Erwartung’, definió su contenido como ‘el movimiento de un segundo de máxima excitación expandido hasta la media hora’.
-He tenido especial interés en colocar la palabra ‘intensidad’ para referirme al gran impacto emocional que ha producido su representación, esta tarde, en el Teatro Arraiga. La ha protagonizado la soprano Ausvine Stundyte, acompañada por el pianista Andrey Hovrin.
-La califico intencionadamente de representación, aunque se haya presentado en versión concierto. Su cuidada puesta en escena ha conseguido ese gran impacto. Ha ocupado todo el patio de butacas. Como si simbolizara el oscuro bosque en el que la desequilibrada protagonista busca el cadáver de su amante infiel. Mientras, su cerebro no reconoce haber cometido ese crimen.
-Se trata de un intenso monólogo lleno de dramatismo. Es un parlamento cantado sin interrupción con una gran variedad de matices. Esa variedad se muestra en los aspectos musicales. Pero también en el contenido de la acción. Están presentes el amor desesperado, los celos, la pasión desequilibrada. Sobre todo, la locura. La soledad. La desesperación. La inseguridad. El miedo.
-Arnold Schönberg compuso la música en poco más de dos semanas intensas y apasionadas. Introdujo numerosos cambios métricos. Dedicó un tratamiento muy minucioso para la orquesta. Utilizó recursos muy expresivos para la emisión de la voz con variación de estilos. Se considera como uno de los grandes momentos del modernismo.
-Esto sucedía en el año 1909. El compositor se hallaba en lo que llaman su etapa atonal o disonante. Llena de texturas expresionistas. No había llegado todavía a la dodecafonía.
-Antes, había elegido el texto de Marie Pappenheim. En aquel momento, era una joven poeta que estudiaba medicina. Conocía muy bien los análisis psicoanalíticos de Freud sobre la histeria y la capacidad destructiva de la mente para deformar la realidad. Se sabe que el compositor solicitó algunos cambios en el texto. Pero la escritora se negó a realizarlos para preservar la coherencia del drama.
-Especial importancia en el impacto emocional ha tenido el planteamiento escénico y actoral. También la estudiada iluminación y el trabajo del equipo técnico del teatro. En estos campos, se ha notado la hábil mano de su actual director artístico Calixto Bieito. No es la primera vez que convierte un concierto o un recital en un espectáculo integral.
-Hay que reconocer el extraordinario y polivalente trabajo de la soprano lituana Ausvine Stundyte. Tanto en la faceta estrictamente musical, dada la dificultad y complejidad de la composición. Como en la labor interpretativa de actriz. También su valentía en afrontar un texto de tanta dificultad.
. -Hace no mucho tiempo, Ausvine Stundyte ya había dado muestra, en ese mismo escenario, de sus cualidades y su preparación, interpretando ‘Mendi Mendiyan’, también bajo la dirección de Calixto Bieito.
-Es preciso destacar la interpretación al piano de de Andrey Hovrin. Aunque la calidad de la música de Schönberg se pueda apreciar mejor en la gran orquesta para la que fue compuesta.
-En definitiva, ha sido otro momento destacado de este ciclo de ‘Los felices años 20’, que el teatro Arriaga está ofreciendo en colaboración con el Museo Guggenheim.
David Barbero
-Cuando esta tarde, hace un rato, salía de la Sala La Fundición de Bilbao y caminaba hacia casa, iba pensando en que la historia es circular. Se repite. Vuelve a empezar constantemente. Con los mismos parámetros aunque con distintos protagonistas.
-Voy a concretar un poco más. Una línea fundamental de la historia de la (des)humanidad es la lucha por conseguir el poder y por mantenerse en él. Para lograr esos objetivos, los poderosos tienen buen cuidado en controlar y eliminar a los que se opongan, o difieran, o puedan perjudicar ese egoista objetivo.
-Les importa mucho a los poderosos tener el control. Dar las normas, las leyes, los reglamentos. Que todos sean súbditos, esclavos, y obedezcan. Que no se desvíen. Que, acepten y paguen. Hay que eliminar cualquier disidencia antes de se convierta en insumisión. Evitar que llegue a rebeldía. Eso pondría en riesgo su continuidad en el poder.
-En ese afán de auto fortalecerse y eliminar las disidencias, los poderosos a lo largo de las historia, a lo ancho de la geografía y a lo alto de las atmósferas, se han inventado todo tipo de inquisiciones. Han exigido bautismos, confesiones, adhesiones, firmas, carnets, papeles de acreditación.
-A los que se resisten, discrepan en cualquier campo o simplemente no se aclimatan, se les echaba, y se les sigue echando, a la hoguera. A las diferentes hogueras de cada momento, lugar o coordenada.
-Frente a esas ‘inquisiciones’ de los poderosos controladores, los disidentes, los rebeldes se ven obligados a luchar, a huir, a buscar escapatorias, a lograr papeles, a vivir en riesgo y entre limitaciones.
-Estos pensamientos me los había provocado, esta misma tarde, la pieza que acababa de ver en la sala La Fundición. Se titula ‘Los papales’. Está incluida en su programa de Zer(K)nías. En él, se presentan espectáculos fronterizos, colocados en los límites, en el cuestionamiento, en la rebeldía y en la oposición.
-En esa pieza de teatro corporal con proyecciones, Anthony Kmeid ha escenificado las inquisiciones que ha sufrido y sigue sufriendo. Son de muy diverso tipo. Políticas, sociales, sexuales, personales. Se ha visto obligado a huir, buscar papeles, encontrar caminos, rebelarse, denunciar.
-En la pieza, lo hace con numerosos elementos escénicos eficazmente utilizados. La danza, la palabra, la expresión corporal. Ha empleado un tono poético. Se ha comunicado en la proximidad. Hasta se ha permitido cierto humor. Ha sido insistente en la denuncia.
-Así que todavía sigo pensando en los innumerables, infinitos, Anthonys Kmeids que en el tiempo han sido. Y que en la actualidad continúan siendo.
– Aunque la insaciable ambición de los poderosos continúe sin límites ni escrúpulos, estas esforzadas denuncias deben seguir existiendo. Ojalá sean atendidas y escuchadas.
David Barbero
-Esta tarde he acudido a Pabellón 6 de Bilbao con muchas curiosidades. Pero con satisfacción.
-La satisfacción estaba en ver sobre el escenario la adaptación de una de las novelas que más estimo entre las escritas durante el siglo XX. ‘Réquiem por un campesino español’ de Ramón J. Sénder.
-Las curiosidades estaban en comprobar cómo habían afrontado y resuelto este inmenso reto los miembros de la compañía ‘Che y moche’, implicados en el intento.
-Deseo insistir en la dificultad del reto. ‘Réquiem por un campesino español’ es una novela milimétricamente estructurada, calculada con todo detalle, con una mecánica narrativa muy estudiada. Arriesgada. Ambiciosa en el mejor sentido de la palabra. Con elementos muy novedosos. Con sobriedad y sencillez dignas del mejor maestro.
-Incluso tenía una curiosidad añadida. Sénder había sufrido la represión franquista en varios familiares. Escribió esta novela y otros escritos de denuncia. Pero no hubo en él ni odio ni revanchismo. Y tampoco cayó en el panfleto propagandístico.
-La novela se publicó primero con el título de ‘Mosén Millán’. Pocos años después, apareció con el título definitivo. Ambas publicaciones tuvieron lugar en el exilio a causa de la dictadura franquista.
-Los dos títulos tienen mucha coherencia. Es el párroco el que cuenta la historia de Paco el del molino, mientras se prepara para celebrar su funeral, tras haber participado en la delación que terminó en su asesinato.
-Con esas dos historias, perfectamente ensambladas, se ha haciendo un retrato de lo que fue la guerra civil española y la posterior dictadura militar. Las traiciones, las venganzas, las denuncias falsas, las cobardías. La colaboración ominosa de la iglesia. Los intereses de los poderosos y la pobreza de los campesinos.
-La estructurara narrativa de esta novela debería ser obligado estudio en escuelas, universidad y academias de escritura creativa. Las veintipocas constantes narrativas. La interrelación de elementos. Las reiteraciones intencionadas. Las preguntas sin respuesta y las respuestas con pregunta. Los símbolos. Las alusiones del pasado en el presente. Y al revés.
-Poco más de una hora después, al salir de Pabellón 6, en el riguroso orden establecido por la dichosa pandemia, la satisfacción dominaba sobre los otros sentimientos.
-¡Qué buen trabajo de dramaturgia ha hecho con el texto Alfonso Plou! Ha recogido la complejidad, el tono y la intención del original.
-El planteamiento y dirección escénica de Marian Pueo han resultado ingeniosos y eficaces. El equivalente al estudiado armazón narrativo de la novela. Destaca la ágil y variada utilización de los recursos escénicos. El dinamismo de las escenas breves. La expresividad de las proyecciones.
-La labor interpretativa merece elogios propios. Joaquín Murillo encarna a Mosén Millán con contención y, a la vez, con expresividad. Muy creíble. Saúl Blasco interpreta a todos los demás personajes. Una multitud. A todos, los diferencia en su tono, en su actitud, en los gestos correspondientes y en los movimientos justos.
-Mi curiosidad añadida sobre la – llamemos – ‘equidad’ expositiva ha resultado ajustada al tono establecido por Ramón J. Sénder. Quizá alguien haya echado de menos una manifestación más explícita del sentimiento de culpa por parte de Mosén Millán y su Iglesia.
-¡Ah! Sería injusto no apreciar la utilización del cristo articulado y su simbolismo. .
-La compañía aragonesa ‘Che y Moche’ ha estado a la altura del homenaje que ha rendido al también aragonés inolvidable Ramón J, Sénder,
David Barbero
-Voy a comenzar por lo último. Esta tarde, en la habitual tertulia improvisada, tras ver ‘Los siete pecados capitales’ en el Teatro Arriaga, ha habido práctica unanimidad. Ha sido uno de los espectáculos más interesantes, intencionados y completos de los últimos tiempos.
-Esta producción propia ha tenido lugar dentro de la colaboración del Teatro municipal de Bilbao y el Museo Guggenheim en el programa ‘Los felices años 20’. En ese programa, coordinado por Calixto Bieitio, ha habido ya varios espectáculos de interés.
-‘Los siete pecados capitales’ es una pieza de no fácil clasificación. Sus autores son muy prestigiosos: Kurk Weill, en la música, y Bertold Brecht, en el libreto. Ellos lo definen como ‘ballet cantado’. Hay quienes lo sitúan cerca de la ópera. La mayoría reconoce que muchos de sus elementos responden al cabaret satírico y de denuncia.
-Por lo visto en el montaje actual, se puede acercar al concepto de espectáculo total. Une casi todos los géneros escénicos con una calidad muy destacada.
-Weill y Brecht lo compusieron en el año 1933, en París, cuando huyeron de Alemania por la persecución nazi. Ya habían realizado otras colaboraciones. Ésta sería la última. Su intención era realizar una dura crítica – quizá burla – del capitalismo.
-En esos momentos, sus vidas personales y matrimoniales, así como la de Edward James, el productor inicial, pasaban por conflictos diversos. Estas circunstancias, y las de sus parejas, también influyeron en la concepción y el desarrollo de esta singular y emblemática pieza.
-Una de las características destacables es la concepción de su protagonista, Ana. Pongámosla inicialmente en singular. Pero advirtamos que hay Ana I y Ana II. En el libreto, se presentan como dos hermanas. Pero hay sospechas de que puedan ser dos mitades contrapuestas de una misma, quizá esquizofrénica, personalidad. Una cantante y una bailarina.
-En el esquemático argumento de la obra, ella, o ambas, parten de su ciudad natal con el compromiso de lograr dinero para construir una casa para su familia. Van pasando por siete ciudades, que encarnan los aludidos pecados capitales. En cada una, van logrando los recursos deseados. Pero para ello, deben claudicar, y caer en esas esclavitudes, debilidades o pecados. Para regresar y construir la casa deseada para su familia.
-De esta manera, se elabora una muestra de la evolución de la sociedad capitalista, en la que prima la consecución del objetivo monetario a costa de no respetar las normas éticas, morales o sociales.
-Técnica y artísticamente es un espectáculo complejo y difícil. Hay muchos elementos, – ópera, danza, teatro, casi circo, cabaret – que es preciso conjuntar. Casa uno, con sus características y tonos específicos.
-El mérito de este ensamblaje y la detallada coordinación artística de todos los elementos de este espectáculo integral hay que atribuírselo a la Barbora Horakora Joly, como directora de escena. Con el mérito añadido de haber sabido unir la variedad, la calidad, el dinamismo, la complicidad, la naturalidad y hasta una dosis de humor. La pericia de Barbora ya es conocida por otros trabajos en Teatro Arriaga, discípula, muy reconocida internacionalmente y premiada, de Calixto Bieito.
-Ya hemos señalado como elemento característico de esta pieza la especial duplicidad de las dos Anas, como protagonistas. – O quizá sólo una. La cantante y la bailarina. Dos artistas de gran categoría lo logran. La soprano alemana Nicola Beller Carbone e Iratxe Ansa, bailarina y coreógrafa. Ambas han significado la viva representación de la multiplicidad artística. Han sido, a la vez y ambas, cantantes, bailarinas, actrices, dramáticas y cómicas.
-También hay que destacar la labor de los cantantes que encarnan a los componentes de la familia interesada en conseguir el dinero sin escrúpulos. Son dos tenores, Javier Tomé y José Cabrero. Un barítono, José Manuel Díaz, y un bajo, Fernando Latorre, en el papel de la madre. Una labor muy polifacética también la suya.
-En el apartado estrictamente musical, hay que destacar la intervención de la orquesta Bilbao Sinfonietta, con su director Iker Sánchez. También muy destacados los coreógrafos, los bailarines, los actores.
– Repito lo dicho al comienzo. Esta producción del Arriaga, uno de los espectáculos más interesantes, variados, completos, intencionados, polifacéticos de los últimos tiempos.
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