David Barbero
-Voy a reiterar una afirmación, que he repetido en numerosas ocasiones. Tengo en mucha estima y alta valoración el teatro de compromiso hacia los problemas de la sociedad. El arte en general de denuncia y preocupación por las situaciones de injusticia, de discriminación, falta de equidad, mentira u opresión.
-Incluso diría que este compromiso social debería ser una constante en las artes escénicas y en el resto de las manifestaciones culturales.
-Vienen a cuento estas afirmaciones como introducción a haber acudido, esta tarde, a la sede, en obras, de pabellón 6 para presenciar el estreno de la obra ‘Rey desnudo y chico muerto’, por su compañía joven.
-O bien pensado, estas reflexiones pueden ser una consecuencia de haber asistido a ese estreno. La pieza representada constituye una defensa de las libertades en todos los aspectos de vida, y una denuncia de los ataques homófobos, tan frecuentes todavía lamentablemente.
-Deseo citar a los responsables de este proyecto por reconocimiento. Es una propuesta, reitero, de la compañía joven de pabellón 6. El promotor, autor y director es Iñigo Cobo. El elenco está compuesto por Sara Berroeta, Jon Casamayor, Itxaso Gil, Josh Ortiz de Zárate y Arnatz Puertas.
-La responsable del vestuario es Betitxe Saitua. En la escenografía, han trabajado María Casanueva y Susana Díez. La iluminación ha sido responsabilidad de Quique Gayo y Aitor García. El espacio sonoro lo ha creado Xabier Barrutia.
-Todos ellos han demostrado, también en esta ocasión, la competencia, el desarrollo profesional y la madurez que van adquiriendo, en sus respectivos campos, a pesar de su juventud.
-En el campo estrictamente teatral, me ha interesado especialmente el tratamiento del tiempo dramático en sus muy diversos aspectos. La síntesis, en 58 segundos, de los hechos originales de la madrugada de un sábado del año 2016 en el parque bilbaíno de Doña Casilda. Su expansión y su encogimiento. Para mostrar su elasticidad, pero también su consistencia. Con el fin de mostrar su capacidad globalizadora.
-Asimismo su viaje en el tiempo. Quizá mejor, la reencarnación de esos ’58 segundos’ en otros momentos de la historia. Viaje también en el espacio. Transformaciones en diferentes personas. Saltando hasta un emperador adolescente en el antiguo imperio romano. O a los tiempos de la Prusia de Federico segundo. O el aterrizaje en Japón justo tres décadas antes de que los hechos tuvieran lugar en el popular parque bilbaíno.
-A mi juicio, una demostración de las intenciones escénicas y artísticas con que se puede mostrar el compromiso para denunciar lacras que todavía existen en nuestra sociedad.
-Y una muestra del trabajo y esfuerzo de unos jóvenes teatreros en su camino por progresar y madurar en su camino hacia la profesionalización.
David Barbero
-Comenzaré por el final. Esta tarde, el público ha llenado absolutamente todo el teatro Arriaga para ver a Blanca Portillo interpretando ‘Silencio’ de Juan Mayorga. Y no ha hecho caso al título de obra a la hora de los aplausos finales. Han sido sonoros, apasionados y largos. Además, se ha puesto de pie para rendir un homenaje mayor.
-Una anécdota intermedia. En uno de los momentos más expresivos, emocionantes y comunicativos, – recuerdo que la obra se llama ‘silencio’ -, ha sonado un móvil y la actriz ha tenido que interrumpirse.
-Ahora, vamos al principio. No abundan los autores de teatro que son elegidos miembros de la Real Academia Española, más conocida como RAE. Se puede discrepar sobre la justicia de ese escaso número. Pero es la realidad. El autor Juan Mayorga es la excepción. Y sus muy destacados méritos le abalan en esa elección.
-Cuando tuvo que elegir el tema de su discurso de ingreso, se detuvo en la importancia que tienen los silencios en los parlamentos teatrales. Para ello, se fijó en sus propias obras y también en trabajos realizados por otros autores. Incluso, habló con directores y actores, que también coincidían en esa importancia.
-He leído declaraciones del propio Mayorga asegurando que, en el momento de escribir el texto de ese discurso, y sobre cuando lo leyó ante los otros académicos, adoptó una actitud de actor. De intérprete. Eso sucedió exactamente el día 19 de mayo del 2019.
-Con ese mismo espíritu y actitud, Mayorga contactó con su amiga, e intérprete de varias de sus obras, Blanca Portillo. La intención mutua era convertir ese discurso en un hecho teatral con todas las consecuencias. Y el autor participaría, también, como director; labor que últimamente frecuenta con asiduidad.
-Así que esta tarde, me he sentado en el patio de butacas del teatro Arriaga, por lo menos, con dos curiosidades. Por un lado, deseaba reafirmar mi convencimiento de que los silencios son tan importantes como las palabras. Además, deseaba ver cómo puede funcionar un discurso como base de un espectáculo teatral.
-Comienzo por lo segundo. Como profesor, he explicado y defendido el esquema tripartito de planteamiento, nudo y desenlace. Y lo sigo haciendo. Pero ese triple salto se puede utilizar de muchas maneras, siempre que haya inteligencia. Además, si no se deja ver, suele ser más eficaz. Así que primera curiosidad satisfecha positivamente. Incluso diría que ha quedado demostrado que un buen discurso puede ser mejorado dramáticamente.
-Sobre la importancia de los silencios, me ha interesado más la práctica que la teoría. No seré yo quien desprecie las explicaciones, aunque sólo sea porque, en parte, me dedico a eso. Pero los ejemplos de los silencios de personajes como Antígona o Bernarda Alba o Segismundo han sido muy ilustrativos. También ha resultado educativo comprobar dónde colocaban los silencios en sus obras Calderón, Dostoievski, Chejov o el mismo Samuel Becket.
-Como he dejado reflejado al comienzo, la gran triunfadora de la noche ha sido la actriz Blanca Portillo. Ha realizado una demostración de su virtuosismo interpretativo, sus matices, sus gestos, cambios de tono, registros, espontaneidad, dominio de los tiempos, habilidad para sacar comicidad donde no la hay, provocar emociones, dar agilidad incluso al texto de un discurso.
-Otra anécdota. A mi lado, estaba estado el maestro iluminador Iñaki García. Ha calificado de perfecta la labor de su colega Pedro Yagüe. Y también ha opinado que la conjunción de los elementos técnicos y artísticos ha funcionado con exactitud de relojería. Habría que añadir en el elogio a Mariano García, responsable de espacio sonoro, y a Elisa Sanz por la escenografía y el vestuario.
-Los méritos de Juan Mayorga, por la autoría y la dirección, a pesar de ser habituales, deben ser reconocidos expresamente. Ha quedado claro porqué está donde está.
-Así que, siguiendo sus consejos, a través de Blanca Portillo, pongamos aquí un silencio dramático.
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