Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 22 mayo 2016 - 10:55 am
Categoría: General

David Barbero

-Ayer estuve viendo en el Teatro Barakaldo la obra ‘Arizona’. Con más exactitud, debo decir que era la nueva visión de esta obra por mi parte. La había visto anteriormente por otros intérpretes.
-El autor, lógicamente, seguía siendo Juan Carlos Rubio. También en esta ocasión, Juan Carlos asume la responsabilidad de dirigirla.
-Entre las diversas obras de Juan Carlos Rubio dirigidas por él mismo, tengo la sensación de que, en ésta, existe un especial deseo de hacerla como él desea realmente que se represente. Es una obra de detalles. Como autor, los conoce todos. Y los cuida con una especial meticulosidad.
-Ya en la anterior ‘versión’, salí pensando, y lo dije, que tenía yo alguna duda sobre la coherencia (¿) de la acción final. Pero también expuse mi valoración muy positiva de todo el engranaje.
-Como deseo terminar hablando de Gema Matarranz, voy a aludir antes al otro intérprete. David García Intrialgo está muy ajustado en el papel de George. Muy bien. Demuestra sus cualidades interpretativas. Hace un papel muy creíble.
-En realidad, todas las cosas de que hace la compañía Histrión están muy cuidadas.
-Vamos con Gema. Es obligatorio decir que está magnífica en esta obra. Tanto en la actitud general como en cada uno de los detalles, movimientos y gestos. Hasta en lo más mínimo. Tampoco es un descubrimiento de ahora. Desde hace tiempo, lo ha demostrado. Y también hay muchos que se lo han (hemos) reconocido. Quizá todavía esté a la espera, con justicia, de una aceptación más generalizada y popular. Pero todo llegará y pronto.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 29 abril 2016 - 10:35 am
Categoría: General

David Barbero

-Ayer por la tarde fui andando desde mi casa hasta el pabellón 6, en el off Bilbao. Deseaba ver la representación de ‘Historia (casi) de mi vida’, con el texto autobiográfico del poeta Blas de Otero.
-Como hay un largo trecho, me dio tiempo a ir poniéndome en situación. Mi curiosidad principal se centraba en ver qué se podía hacer teatralmente con un texto extenso de narración poética. Era una curiosidad positiva porque, en mi consideración, el equipo que lo iba a llevar a cabo era completamente de fiar.
-Me coloqué en la primera fila para no perderme detalle.
-Desde el primer momento, comprendí que ese equipo, capitaneado por Ramón Barea en la dirección, había construido una joya escénica sobre ese texto. Esa sensación se mantuvo y se amplió a lo largo de toda la representación.
-Son cuatro actores. El escenario está limpio. Juagan con cuatro paraguas, cuatro maletas de madera, cuatro gabardinas y cuatro corbatas. Pero interpretan y viven cada una de las frases y cada una de las palabras. Se podría decir que no hay acciones físicas, pero hay mucha vida. Se podría decir que ‘no pasa nada sobre el escenario’, pero allí están presentes personajes y conflictos.
-Por orden cronológico, hay que admirar la genialidad del poeta Blas de Otero para contar de esa manera su autobiografía.
-El director, Ramón Barea, ha sabido descubrir el significado y la fuerza de cada palabra. Ha puesto movimiento. Ha señalado expresiones. Ha equilibrado el conjunto y cada una de las partes con el ritmo adecuado.
-Es obligatorio citar a los cuatro intérpretes. Felipe Loza, José Luis Esteban, Mikel Losada e Irene Bau. Logran un conjunto armónico sobre la base de individualidades expresivas. Están todavía en las primeras representaciones, pero muestran una complicidad de las grandes orquestas veteranas.
-Hay que aludir también a la música de Gael Ibarrola. En directo, sobre el escenario. Colabora a engrandecer la expresividad del espectáculo.
-Al volver, el actor Mikel Martínez me invitó a ir en su moto. Fuimos congratulándonos del magnífico espectáculo que habíamos presenciado. No nos enteramos ni del frio ni del viento.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 23 abril 2016 - 5:41 pm
Categoría: General

David Barbero

-Está claro que, en la actualidad y desde hace tiempo, la categoría de los directores de teatro y de los intérpretes se mide por la cantidad y calidad de obras clásicas que dirigen o interpretan. Podría ser que el criterio fuera la cantidad y calidad de obras actuales que dirijan e interpreten para transmitir emociones e ideas actuales al público de ahora mismo. Esto también cuenta. Pero no se puede comparar. Lo que da categoría son los clásicos. Y ‘Hamlet’ está a la cabeza.
-Con esa premisa, hay que reconocer que Miguel del Arco, con este montaje de Hamlet, en la coproducción entre su compañía, Kamikaze, y la compañía de Teatro Clásico, aumenta su ya reconocido predicamento como director y adaptador.
-No se trata de comparar con otras puestas en escena de esta misma obra. Es un montaje con personalidad propia, con calidad, con definición. Merecedor de todas las alabanzas.
-Quizá lo más novedoso, a mi juicio, sea el planteamiento como una reflexión personal del propio Hamlet, con el subjetivismo de reconstruirlo todo dentro de su propia cabeza o en su recuerdo. Aunque ese propósito no se lleve hasta las últimas consecuencias.
-A la interpretación de Israel Elejalde, hay que reconocerle estos mismos meritos. Es una encarnación personal, innovadora y trabajada de este personaje inmortal.
-Junto a él, hay que alabar el trabajo de los otros integrantes del elenco.
-El público está reconociendo estos méritos con aplausos reiterados y largos.
-No habría que olvidarse de los responsables de los aspectos técnicos. Están todos ellos a un elevado nivel.
-¡Enhorabuena!

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 18 abril 2016 - 4:10 pm
Categoría: General

David Barbero

-Cuando me acercaba ayer a ver el espectáculo ‘Carne, el carnicero y los pecados de los otros’, pensaba en que, con suerte, podría descubrir los caminos del teatro del futuro.
-Era el espectáculo de la última promoción de alumnos de BAI, el Centro de formación escénica de Barakaldo. Lo representaron en el teatro municipal de esta localidad.
-¡Y van ya veinte cursos!
-Antes de entrar se notaba un ambiente distinto entre un público también distinto del habitual. Una inquietud diferente. En las butacas, había jóvenes aspirantes a ser también profesionales de las artes escénicas. Otros, menos jóvenes, que ya lo son. Familiares nerviosos. Observadores a la caza de novedades.
-El espectáculo evidenció estas mismas preocupaciones. Inquietudes de hacer algo nuevo. Ganas de autoafirmarse. Deseos de exponerse. Propósitos de avanzar.
-Los jóvenes actores y actrices estuvieron ayudados de sus profesores. Pero mostraban decisión de independencia, de autoestima, de firmeza. Se mostraron convencidos de sus aptitudes y de su aprendizaje. Aparecieron algunos nervios lógicos. Pero era más evidente la firmeza del deseo, de la decisión, del propósito de conseguir el objetivo y el sueño establecido. Incluso estaba presente el necesario punto de descaro. Hasta un poco de desafío llegué a notar.
-Una cualidad es evidente en estos nuevos profesionales. Su polifacetismo. Su formación variada y polivalente.
-Al abandonar el teatro Barakaldo, mientras todavia duraban los aplausos y las felicitaciones, pensaba que esta nueva generación viene decidida a pisar fuerte sobre el escenario y quizá con formulas nuevas.
-Así que salí sonriendo.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 17 abril 2016 - 11:02 am
Categoría: General

David Barbero

-Fui ayer al Teatro Barakaldo a ver la obra ‘La sesión final de Freud’. Llegué esperanzado. Había muchos alicientes. Una obra de ideas. Dos personajes muy potentes. Sacados de la realidad histórica y cultural. Un tema transcendente. Un proyecto serio. La garantía de una directora de fiar.
-Además, Freud ha sido, para ti, un director espiritual en los años de juventud.
-Como provocador de pensamiento y de análisis sigue siendo muy estimulante. Al menos, para mí.
-Me desilusionó que en el teatro no hubiera muchos espectadores. El proyecto merecía más atención.
-Debo decir que llevaba también otra preocupación. Era la inquietud por descubrir cómo se trataría escénicamente un debate de ideas con mucha carga teórica.
-Al salir de la representación, tenía la sensación de que los dos actores habían trabajado muy intensamente sus personajes. Los dos son difíciles. Quizá el de Helio Pertegaz, como Freud, requiere un esfuerzo mayor. Pero Eleazar Ruiz, como C.S. Lewis, aporta muchos matices.
-Tamzin Townsend, como directora, demuestra su austeridad junto a la riqueza de detalles que aporta en cada momento y cada acción.
-Todo está cuidado.
-El debate intelectual imaginario entre estos dos grandes pensadores quedó intencionadamente en tablas. Era la decisión previa del autor. No se establece como una lucha de convencimiento o victoria. Desde el primer momento, en el planteamiento, se desecha la intriga del resultado final.
-Las tablas también se acordaron en mi debate interior entre la esperanza del elevado debate de idas y la precaución por poner conflicto en la teorización.

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