Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 7 diciembre 2020 - 12:21 am
Categoría: General

David Barbero
-He acudido esta tarde a la sala teatral la Fundición de Bilbao con una doble sensación contradictoria. Además, lógicamente, de las restricciones por la dichosa pandemia y la molestia de la lluvia. En principio, una sensación era positiva y otra, negativa.
-La obra que he ido a ver lleva el título de ‘Cadena de montaje’. La compañía responsable es Cambaleo Teatro. Vienen desde Aranjuez. El director es Carlos Sarrió. Las intérpretes son las actrices Eva Blanco y Begoña Crespo, además de la coreógrafa Carmen Werner. El texto lo firma Suzanne Lebeau
-La predisposición negativa nacía de haber leído que esta obra pretendía ser un homenaje. A mí, los homenajes, en teatro, me suelen producir artísticamente prevención. Incluso los bienintencionados como éste. Va dedicado a las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez.
-El aliciente esperanzador era la promesa de que se quería realizar una denuncia de la violencia contra las mujeres y una reflexión sobre la relación de esta violencia con la explotación laboral vigente por el actual sistema económico.
-Debo reconocer que el segundo sentimiento era más fuerte que el primero. Así que he entrado en la recoleta sala con gran curiosidad.
-El resultado ha sido satisfactorio. Para hacer la denuncia, la dirección ha recurrido a un recitado directo, destacando la narración de los hechos y enfatizando las intenciones, las responsabilidades y las culpas. Las dos actrices, con austeridad de gestos pero con emotividad, han sabido transmitir la gravedad de los asesinatos y la solidaridad hacia las víctimas.
-Hay que atribuir un gran merito al texto de Suzanne Lebeau. Sencillo, pero contundente. Con gran contenido. Poniendo énfasis en lo fundamental, pero sin aparatosidad innecesaria. Además, ha tenido la habilidad de expresar con gran claridad la interpretación social de la vinculación de la violencia a la explotación del sistema catalanista. Sin utilizar conceptos pomposos ni palabras académicas.
-Antes, he expresado mi prevención hacia los homenajes teatralizados. Debo rectificar en esta ocasión. Ha corrido a cargo de la bailarina y coreógrafa Carmen Werner. Ha estado lleno de emotividad. Muy expresivo y adornado con numerosos símbolos.
-Así que un buen trabajo de los miembros de Cambaleo teatro en esta denuncia, reflexión y también homenaje, ‘Cadena de montaje’.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 5 diciembre 2020 - 11:58 pm
Categoría: General

David Barbero
-Soy consciente de que corro el riesgo de aburrir repitiendo tanto esta idea. Pero voy a seguir. Para mí, el teatro no es un museo donde se muestran montajes escénicos intemporales para pasar el rato. Ni siquiera para admirar su calidad. A mi juicio, el teatro debe ser un espejo donde se pueda mirar la sociedad contemporánea para verse reflejada, debatir y corregir sus defectos.
-Con ese criterio, la obra ‘Los papeles de Sísifo’, que se está representando en el teatro Arraiga de Bilbao, cumple los objetivos que debe tener el teatro. Y además, lo hace en un lenguaje escénico que pretende llegar y ser asequible a todos.
-La vi la semana pasada en su versión bilingüe y esta tarde he vuelto a presenciarla en su versión integral en castellano. He señalado que ahora están en el teatro municipal de Bilbao. Ya ha estado en el de Vitoria. Lo estará en el de Donostia. Y recorrerá otros lugares de la península, ya que en la coproducción participa el Centro Dramático Nacional.
-Alguien dirá que el tema tratado, el del cierre del periódico en euskera ‘Egunkaria’ y las connotaciones con la censura y la represión, es un asunto polémico y hasta controvertido. Yo lo veo como un aspecto positivo. Aunque haya quien exija rigor para estos planteamientos. Pienso que está bien que el teatro provoque polémicas, discusiones y debates. Cosa que es difícil de conseguir en un museo de obras clásicas muertas.
-Destacaré, además, aspectos parciales que me han parecido de interés. El autor del texto es Harkaitz Cano. Es reconocido ya por sus textos narrativos y sus expresiones en otros géneros literarios. Creo que aporta aire nuevo. Un descaro positivo. Una saludable ausencia de convenciones narrativas teatrales. Aunque también haya alguien que encuentre algún diálogo más literario que teatral.
-Fernando Bernués es, a mi juicio, un valor seguro en la dirección teatral. Se ha ganado esa reputación a fuego lento, con muchas representaciones y ensayos. Tiene, además, la ventaja de no dormirse en los laureles. En cada proyecto, avanza y experimenta. En este caso concreto, es interesante el tratamiento escénico con diversos niveles y perspectivas. Incluso en diferentes distancias. En mantener acciones simultáneas. En complementar espacios, personajes y estímulos. Aunque haya quien encuentre alguna escena innecesaria.
-El elenco es amplio. Incluso asumiendo cada actor o actriz diversos ‘papeles’. Están muy elegidos. Hasta se cuidan, en algunos casos, los parecidos físicos. Con trayectoria prestigiosa. Todas las intervenciones están cuidadoras y medidas. Se presta atención a la totalidad y a los detalles concretos. Hay énfasis en los momentos que se quieren subrayar.
-Merecen ser citados todos. Anjel Alkain, Joseba Apaolaza, Mikel Losada, Iñigo Azpitarte, Kepa Errati, Mireia Gabilondo, Aispea Goenaga, Olaia Gil. Asier Hernández, Asier Hormaza, Iñaki Rekarte, Alexandru Stanciu y Dorleta Urretabizkaia.
-He dejado colgado el nombre de Ikerne Giménez. Ha sido para destacarlo. Lo que consigue en la parte escenográfica confirma su gran trayectoria. Causa especial sorpresa su interpretación musical en directo. Su presencia sobre el escenario dinamiza y enfatiza la acción.
-En definitiva, la satisfacción de que el teatro no se olvide de mirar hacia la sociedad en la que vive. Esta vez la piedra de Sísifo se ha quedado arriba.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 5 diciembre 2020 - 12:06 am
Categoría: General

David Barbero
-Los que seguís estos comentarios, -si es que se pueden llamar así-, habréis podido percibir que tengo una buena opinión sobre la manera de escribir teatro de mi tocayo David Caiña. Lo he manifestado ya con ocasión de otras obras suyas.
-Destacaría, sobre todo, su habilidad para manejarse en historias cercanas, en apariencia cotidianas. Sabe cómo mover la acción y también los personajes para captar y mantener la atención. Domina los diálogos. Conoce la manera de sacar sonrisas cómplices. Y, al terminar, provoca reflexiones, sin caer en moralejas pretendidamente moralizantes. Tiene habilidad para hacer ver, en esas acciones cotidianas, sus connotaciones trascendentes.
-Hasta ahora, me había fijado más en las construcciones de sus textos teatrales. Hoy he acudido a la sala Cúpula del Teatro Campos Elíseos a ver, otra vez, su obra ‘Pretérito imperfecto’ para fijarme especialmente en su labor como director. Y, además, de su propio texto.
-Me ha parecido que, en este cometido, desarrolla las mismas habilidades que en la escritura. Pone el énfasis en los detalles, en las entonaciones, en los gestos, en coincidencias o en disonancias, que él subraya para que el espectador tenga la sensación de que las capta espontáneamente.
-Otro detalle que me ha parecido destacable en su labor de director es la libertad que deja a los actores. Una libertad calculada. Ya he indicado que cuida hasta las cosas pequeñas. Pero deja que los intérpretes maticen sus expresiones para que suenen más naturales y espontáneas.
-Creo que es un buen rasgo de su inteligencia práctica. O al menos, eso me ha parecido para bien.
-En la representación de esta tarde, también he percibido un muy fluido entendimiento, incluso complicidad, entre el autor- director y los intérpretes. Esto es una baza importante que se nota en lo que sucede sobre el escenario. El mérito hay que atribuírselo también a los actores, Aiora Sedano, Sara Berroeta, Josu Angulo y Kepa Alesso. Realizan un buen trabajo.
-(Me voy a permitir señalar una conclusión, muy secundaria, que me ha parecido percibir en varias ocasiones: Aunque parezca insignificante, es conveniente ensayar también la manera de recibir los aplausos finales. Creo)

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 30 noviembre 2020 - 12:10 am
Categoría: General

David Barbero
-En mis tiempos de estudiante universitario, hace ya unas cuantas décadas, estaba de moda hablar elogiosamente sobre Anais Nin y Henry Miller. Sobre todo entre los modernos, los ‘progres’, los ‘guais’ –entonces no existía esa palabra-, y los que presumían de estar a la última en los gustos literarios. Yo también lo hacía.
-El motivo de esa admiración – o envidia – estaba en su vida libre, trasgresora, irrespetuosa, osada, sincera y contradictoria. Además del descaro para exponerla en público a través de sus diarios, en un caso, y de sus novelas autobiográficas, en el otro. Reflejada, sobre todo, en la correspondencia que mantuvieron, a partir de su encuentro siendo todavía jóvenes.
-Sin embargo, entonces, no conocí ningún intento –por lo menos., público – de construir la autobiografía propia a su imagen y semejanza, tomándolos como ejemplo, como modelo o como aspiración.
-Esto es lo que hacen o sugieren, ahora, Ángela Palacios y Carlos Martín- Peñasco, creadores de la compañía teatral catalana, ‘Los prometidos’. Su propuesta escénica, ‘Sólo creo en el fuego’, se ha presentado esta tarde en la sala la Fundición de Bilbao y también lo fue ayer.
-Tal sugerencia, o invitación, está realizada con pasión, entusiasmo y sinceridad. Además, demuestran haber realizado una profunda inmersión en las vidas y en los escritos de ambos. También han hecho una expresiva selección de sus textos autobiográficos más significativos.
-Como intérpretes, cabe valorar positivamente las apasionadas, y también sutiles, caracterizaciones de ambos escritores y amantes. Asimismo hay que reconocer su merito al auto interpretarse, y hasta reírse escénicamente de sí mismos.
-Ellos se presentan como coautores, codirectores y cointérpretes. Así que el mérito debe ser repartido entre ambos. Incluyendo en el reparto a los admirados, aunque controvertidos, Anais y Henry.
-Como muestra del reconocimiento que está recibiendo esta pieza, cabe decir que ha sido unánimemente seleccionada como la mejor aceptada en el circuito de salas alternativas. Ha superado, como número uno, las duras y sucesivas puntuaciones que hacen tanto los expertos como los responsables de las salas.
-Ese mérito ha sido reconocido en la sala la Fundición, con sinceros y prolongados aplausos esta tarde y también ayer.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 28 noviembre 2020 - 11:45 pm
Categoría: General

David Barbero
-Reconozco que, esta tarde, he ido al Teatro Social de Basauri con mucho interés y con alguna duda. Sobre todo, con nostalgia y recuerdo. He acudido al municipio colindante de Basauri para ver la obra teatral ‘Fresa y chocolate’. La alusión a la colindancia se refiere al lío este que padecemos con las medidas sobre el confinamiento.
-El interés y la nostalgia me llevaban a querer descubrir si lo que me interesó, hace tres décadas, en la literatura, el teatro y el cine, sigue o no manteniendo su vigencia y su interés, avanzado ya este siglo XXI.
-Tengo todavía un buen recuerdo del cuento original escrito por Senel Paz. Llevaba en título de ‘El lobo, el bosque y el hombre nuevo’. Después, el mismo autor lo transformó en obra teatral. Al poco tiempo, vino la película ya llamada ‘Fresa y chocolate’, dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Taibo. Fue un éxito internacional. Ganaron premios y festivales.
-Para la representación actual, se ha recurrido al texto teatral previo a la película. Se han excluido, en consecuencia, hasta el personaje femenino que en el film aportaba cierta agilidad y dinamismo a la acción.
-De ninguna manera, se puede decir que este espectáculo esté mal dirigido ni deficientemente interpretado. Se nota el cuidado y la pericia desarrollados por todos los implicados. Tampoco se puede afirmar que, en el momento actual, se hayan superado los prejuicios, las discriminaciones y los rechazos hacia los homosexuales.
-Pero, esta tarde noche, he salido del teatro con la sensación de que, en estas tres décadas, el desarrollo teatral, el tratamiento dramático de los temas y el movimiento escénico ha evolucionado mucho. Y el recuerdo me ha retrotraído a aquellos tiempos.

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