David Barbero
-Cuando me acercaba ayer a ver el espectáculo ‘Carne, el carnicero y los pecados de los otros’, pensaba en que, con suerte, podría descubrir los caminos del teatro del futuro.
-Era el espectáculo de la última promoción de alumnos de BAI, el Centro de formación escénica de Barakaldo. Lo representaron en el teatro municipal de esta localidad.
-¡Y van ya veinte cursos!
-Antes de entrar se notaba un ambiente distinto entre un público también distinto del habitual. Una inquietud diferente. En las butacas, había jóvenes aspirantes a ser también profesionales de las artes escénicas. Otros, menos jóvenes, que ya lo son. Familiares nerviosos. Observadores a la caza de novedades.
-El espectáculo evidenció estas mismas preocupaciones. Inquietudes de hacer algo nuevo. Ganas de autoafirmarse. Deseos de exponerse. Propósitos de avanzar.
-Los jóvenes actores y actrices estuvieron ayudados de sus profesores. Pero mostraban decisión de independencia, de autoestima, de firmeza. Se mostraron convencidos de sus aptitudes y de su aprendizaje. Aparecieron algunos nervios lógicos. Pero era más evidente la firmeza del deseo, de la decisión, del propósito de conseguir el objetivo y el sueño establecido. Incluso estaba presente el necesario punto de descaro. Hasta un poco de desafío llegué a notar.
-Una cualidad es evidente en estos nuevos profesionales. Su polifacetismo. Su formación variada y polivalente.
-Al abandonar el teatro Barakaldo, mientras todavia duraban los aplausos y las felicitaciones, pensaba que esta nueva generación viene decidida a pisar fuerte sobre el escenario y quizá con formulas nuevas.
-Así que salí sonriendo.