-Te advierto que el título es ‘De ratones y hombres’.
-Aquí lo pongo al revés. John Steinbeck no se va a enfadar
-Fuiste a ver de nuevo esa obra de teatro. ¿No?
-había visto el estreno en el Teatro Arriaga hace unos meses y ayer fui a verla de nuevo al Teatro Serantes de Santurtzi.
-¿No la habías visto bien?
-Me había quedado con dudas. Los días del estreno puede haber nervios. O imprecisiones. Con el rodaje de la obra por distintos teatros, se va puliendo.
-Tus dudas ¿también se pulieron?
-El día del estreno salí medio convencido de que las cosas que había visto estaban premeditadamente puestas así por el director. Miguel del Arco es un director que hace las cosas meditadamente. Pero quizá el estreno …
-¿Se pulieron o no se pulieron tus dudas?
-En cuanto a la interpretación, creo que los actores están más encajados. Mejor. Sobre todo Roberto Álamo e Irene Escolar.
-Otra de mis dudas era el ritmo. En el estreno, me pareció lento, parsimonioso, con diálogos, a mi juicio, alargados. No digo repetitivos pero sí alargados. Con escenas, también demasiado largas. ¡A mi juicio! En esta segunda visión, me ha parecido que definitivamente ése es el ritmo que desea imprimir el director a esa representación.
-Incluso creo que hay personajes innecesarios. No tienen una función diferente y específica. Pero …
-Si el director lo ha decidido así, puedes discrepar. ¡Pero nada más!
-¿Más dudas?
-La primera vez, me pareció que yo no había entendido bien el proceso psicológico del final de la obra. Las motivaciones por las que George mata a su amigo Lennie. No digo que no sea una decisión correcta dramáticamente. Lo que no vi fue la evolución psicológica de ese personaje para llegar a cometer esa acción.
-¿Despejaste la duda a la segunda?
-Pues…no. Tampoco supe ver esa evolución.
-No tienes por qué echar la culpa al director, ni al actor. La culpa puede ser tuya.
-No echo la culpa a nadie. Seguramente, no he sabido verlo
-Lo primero que tengo que decir es a mí me da envidia.
-¿Qué te da envidia?
-Muchas cosas. Una de ellas es la capacidad histriónica que tienen algunas personas. En concreto, algunos actores. Todavía más en concreto, Millán Salcedo, el medio martes medio 13.
-Sentí esa envidia ayer, cuando estuve viendo su nuevo espectáculo en el Teatro Campos Elíseos de Bilbao.
-Lleva un titulo muy suyo. ‘De verden cuando’.
-Tiene parte del espectáculo anterior que llevaba el título de ‘El piano verde’.
-No sé si ése titulo es exacto.
-Me dio envidia la capacidad de comunicación con la gente. Sus improvisaciones.
-También la manera de montar y organizar el espectáculo.
-Yo envidio más la capacidad de improvisar, y la de imitar, y la de cantar y la de …
-Voy a confesar otro tipo de envidia: tengo envidia a mucha gente por la capacidad de reírse. De dejarse llevar por el humor.
-¡Tú eres un soso! No te ríes por nada.
-¡Estás bueno! Además de envidioso, soso.
-Primera conclusión: Las escuelas de teatro sirven para algo.
-Vamos a puntualizar. La compañía 96 unicornios está formado por ex alumnos de la Escuela de Getxo. No son los alumnos que se están formando.
-Pero se les nota lo que han aprendido.
-Nos situamos: La compañía 96 unicornios ha presentado en el Teatro Campos Elíseos una adaptación de la obra de Shakespeare ‘Noche de reyes o como queráis’.
-También participan algunos profesores.
-Es lo normal. ¿No?
-Han ganado el Festival Universitario de teatro de este año.
-Y evidentemente, a ti también te ha gustado.
-Por supuesto y como todo, es mejorable.
-Venga. Dales algún consejo para mejorarlo.
-¿Yo? No soy quién.
-Vamos. Seguro que te lo agradecen.
-No se me ocurre …
-Si tú no te animas, lo hago yo. Quizá se pueda agilizar el ritmo.
-El detalle se los bloques triangulares del decorado se puede estudiar. Teóricamente sirve para situar rápidamente la acción. Pero se puede convertir en un ralentizador.
-En lo relativo a la adaptación, forzaría una mayor claridad en las acciones. Hay que evitar que alguien se pierda. Sobre todo, si se va rápido.
-¡Menos mal que no os atrevíais a decir nada!
-Para empezar, vamos a clarificar posturas. Yo soy fan incondicional de la compañía Micomicón. No puedo ser imparcial.
-¡Sobre todo, soy fan de Laila Ripol!
-Así, cuando me enteré de que venían al Teatro Serantes de Santurtzi, lo difundí y lo recomendé. Algunos no me hicieron caso. Ellos se lo perdieron.
-¡Como La zaranda!
-Citemos sus nombres: Marcos León, Antonio Verdú, Mariano Llorente y Manuel Agredano.
-¡El esperpento llevado a la cumbre y tratado con mimo!
-Además actualizado. Está de plenísima actualidad lo de la memoria histórica.
-Reivindica desenterrar las tumbas ocultas en las lindes de los caminos.
-Con el humor esperpéntico, las cosas se entienden mejor.
-El personaje de Santa Perpetua, visionaria y mártir, puede parecer lejana. Pero vive entre nosotros todavía.
-Sus hermanos, Plácido y Pacífico, todavía más. Los beneficiados del negocio visionario.
-Lo que está, sobre todo, entre nosotros es la necesidad de una catarsis purificadora de los viejos espectros.
-Algunos espectadores abandonaron la sala enfadados.
-Les afectaría lo que estaban viendo y oyendo.
-¿De verdad, tú crees que nuestra sociedad es tan esperpéntica?
-¿Tú no te sentiste identificado?
-Bueno, pues, tendría que pensarlo.
-¡Objetivo conseguido!
-Estos días pasados, he asistido a algunas representaciones del BAD.
-¿El BAD?
-El Festival de teatro danza contemporánea de Bilbao.
-Siempre es sano ver cosas nuevas y rompedoras. Sobre todo, para los que estáis anquilosados en las maneras decimonónicas de hacer teatro y danza.
-¡De la ópera, no te digo nada!
-¿Qué has aprendido de los jóvenes?
-Ha habido de todo. Desde espectáculos interesantes, hasta otros trabajos dignos de mejor empresa. Y la mayoría, cosas inmaduras, que pueden mejorar con el tiempo.
-Hablas como un profesor trasnochado.
-¡Lo que soy!
-Pongo como ejemplo un espectáculo curioso: ‘Mi gran obra, un proyecto ambicioso’. Ése es el título completo. Su autor es el catalán David Espinosa. Estuvo en la sala de la Fundición.
-¿Por qué has utilizado la palabra ‘pequeña’ en el encabezamiento?
-Es una miniatura. Para algunos una pequeña joya. Para otros, una insignificancia.
-En principio es sólo para 20 espectadores. Ni uno más. Son colorados en cuatro filas, por orden de estatura.
-Los bajitos, esta vez, hemos tenido prioridad. Estábamos al lado de la mesa.
-Los de la cuarta fila, los más altos y las más altas, estaban a dos metros de la mesa. Pero se les entregó un binocular -¿se llama así? – Para que lo pudieran ver sin perder detalle.
-La mesa, pequeña, era el escenario.
-Te corrijo. No toda la mesa era el escenario. El escenario era un pequeño mantel de 30 por 30. ¡Centímetros!
-Allí, David Espinosa iba construyendo escenas con figuritas minúsculas. Las más grandes de un centímetro. Las pinchaba en el mantel. Las mantenía un momento, A veces, cambiaba las posiciones de las figuritas.
-Al poco tiempo, cambiaba de escena.
-No había palabras. Sí, música.
-Todo estaba abierto a la opinión del espectador.
-Curioso. ¿No?
-¡La imaginación al poder!
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