Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 21 noviembre 2020 - 1:48 am
Categoría: General

David Barbero
-Tenía ganas de ver de nuevo el ‘Ubu, rey de las finanzas’ de la compañía joven de pabellón 6. La vi, no hace mucho, en su estreno. Pero desde entonces, han pasado muchas cosas.
-Entonces no había llegado este coronavirus que sigue condicionando nuestras vidas. Y otro cambio, teatralmente, importante. La compañía joven no se había independizado.
-Creo recordar que en aquella ocasión, dije, respecto a la obra, que este clásico moderno, parecía escrito directamente para esta crisis. Y respecto a los intérpretes, aseguraba que, siendo miembros de la compañía joven por sus pocos años, disimulaban muy bien esa bisoñez, ya que afrontaban el reto con gran seguridad y solvencia.
-Esta tarde, he recibido la impresión de que a esta compañía joven le sienta bien haberse independizado. Caminan con paso firme. Se les ve sueltos, osados y valientes. Es indudable que las obras ganan con las representaciones. Siempre, claro, que no se caiga en la rutina y se mantenga la tensión. Este ‘Ubu’ es un claro ejemplo.
-Me ha parecido que el ritmo es todavía más potente. No hay un segundo de descanso. Siempre existe una nueva acción, un gesto, un movimiento oportuno. Cada personaje – los muchos que hay- está definido y aprovechado al máximo en su expresividad. Las canciones y números musicales se desarrollan con mucha intencionalidad.
-No sé si es que el entorno social en que vivimos está más crispado. Pero la crítica – más bien burla descarnada integral- llega con más precisión, con más fuerza, más contundente, más directa. Las alusiones que en otras épocas parecían exageradas, llegando a absurdas, ahora están calcadas de la realidad. En este apartado, hay que citar la actualidad del autor, Alfred Jarry, y la gran habilidad del adaptador, Raúl Quirós Molina. Además, claro, de Ramón Barea como director.
-Los ocho intérpretes merecen ser elogiados individualmente y en su conjunto. Realizan un trabajo extraordinario. Kepa Alesso, Alazne Astorga, Aitor Echarte, Alex Gibaja, Diana Irazabal, Sandra Martín, Arnatz Puertas Y Leire Ormazabal.
-Sería una injusticia no destacar la creación musical de Naiel Ibarrola, o en vestuario de Betitxe Saitua, o la iluminación y todos los departamentos técnicos.
-Terminaré con una anécdota personal. Ayer y anteayer, he estado asistiendo, telemáticamente, a un interesante congreso virtual organizado por Eskena sobre reflexiones para el futuro del teatro. Sabias y experimentadas teatreras/os han expuesto sus visiones y sus esperanzas. He querido completarlo esta tarde con la visión de este ‘Ubu, rey de las finanzas’ de la compañía joven, como clase práctica de lo que están haciendo ahora ya los que harán el teatro en las futuras décadas.
-Para mí personalmente, esta práctica ha sido más ilustrativa que las explicaciones teóricas.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 20 noviembre 2020 - 2:06 am
Categoría: General

David Barbero
-No me voy a cortar. Al pan, pan; y al vino, vino. Cuando me enteré de que Las Fellini iban a presentar su show cabaretero en la sala La Fundición de Deusto – y que además lo iban a hacer de forma periódica – pensé que ése era un matrimonio imposible.
-Incluso llegué a sospechar que, como todavía faltaban unas semanas para consumarlo, alguna de las dos partes se daría cuenta, a tiempo, de la incompatibilidad, y el intento no llegaría hasta el altar o hasta el registro municipal.
-Este prejuicio – o juicio previo – me venía de pensar que son dos proyectos, dos estilos, dos actitudes, dos planteamientos, muy diferentes y alejados. Cada uno con sus características. Pero en dirección opuesta. Siguiendo la metáfora matrimonial, se podía pensar, en mi opinión, que pronto aparecería la ‘incompatibilidad de caracteres’.
-La Fundición está encarnada en la vanguardia, quizá algo nostálgica, con bastantes matices de intelectualidad. Se rodea de una cierta innovación exquisita. Distanciada premeditadamente de los gustos llamados comerciales o populares.
-Las Fellini se mueven en la exageración. En los pubs. En la noche. En la broma directa, en la provocación sin límite ni freno, en la brusquedad, en la caricatura de brocha gorda y de colores fuertes.
-Para más inri, me parecía que el público habitual de la Fundición y los/as seguidores de la Fellini se hallaban en las antípodas por sus gustos estéticos, sus curiosidades y sus apetencias.
-He tenido incluso algunos debates – o simplemente intercambio de opiniones – con quienes defienden esta sorprendente fusión. Ellos opinan que seguramente hay más coincidencias en el fondo que en la superficie, en lo básico que en las formas. En la crítica y hasta el rechazo a lo establecido que en las maneras de manifestarlo. En la contracultura. En la esperanza de que los extremos, cuando se tocan, encuentran puntos de contacto y enchufes compatibles.
-Para comprobarlo, esta tarde, he ido a la sala la Fundición a ver el cabaret de Las Fellini. Y debo decir que…
-A mí, me cuesta mucho dar el brazo a torcer y soy lento en mis aceptaciones. Tendré que volver más jueves para seguir comprobándolo. Necesito más opiniones.
-De todos modos, debo reconocer que, una vez visto este cabaret y observada la favorable reacción del público – en parte nuevo en esta sala -, no estoy tan seguro de la incompatibilidad expresada más arriba. Es posible que… esa fusión funcione.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 19 noviembre 2020 - 1:37 am
Categoría: General

David Barbero
-Confesaré, para empezar, que la danza contemporánea, en ocasiones, me parece impenetrable. Enigmática. No siempre es fácil encontrar, en sus piezas, un significado claro, un sentido preciso, una comunicación, una emoción.
– Al menos eso me suele suceder a mí. Aunque soy consciente de que una buena parte de la culpa quizá sea mía. Mi actitud puede no ser la adecuada para afrontar y ‘entender’ este género artístico. Se me podría calificar de excesivamente racionalista y lógico.
-Esta tarde, en cambio, he acudido al teatro Arriaga con un ánimo confiado y un espíritu abierto. Iba a ver la pieza, de danza contemporánea, titulada ‘Lathe Biósas’, que se puede traducir como vida tranquila, agradable o placentera.
-Previamente había estado, en una rueda de prensa, con Natalia de Miguel y Jorge Jauregui, de la compañía Kanpai. Son los creadores, coreógrafos e intérpretes de la pieza. Allí, habían explicado que su deseo es comunicar a los espectadores sensaciones gratificantes, agradables, de equilibrio, y de serenidad. Que han planteado su trabajo como un encuentro con la naturaleza, en la búsqueda y el hallazgo de esa culminación, ese más allá, ese bienestar integral.
-Contaron cómo han ido diseñando el lenguaje de su danza contemporánea, de los movimientos y los gestos, en esa dirección comunicativa. Han ido construyendo el espacio sonoro con la música compuesta y también interpretada por Nico Hafkenscheid. Han unido las luces y el espacio escénico a ese deseo de comunicar. Incluso han añadido un recitado de palabras y una canción con intención casi exclusivamente fonética.
-Han tenido especial cuidado en señalar que la comunicación en danza contemporánea, – la que ellos buscan -, no es lineal, ni lógica ni discursiva, ni racionalista. Va más canalizada por las imágenes y por las emociones. En esas coordenadas, es donde se establece la conexión, cuando los artistas comunicadores y los espectadores abiertos sintonizan la misma onda.
-Y esta tarde ha resultado que funciona. Que el wifi de la buena danza contemporánea se abre con esa actitud. Que la energía fluye. Que llegan las emociones placenteras artísticamente propuestas por los intérpretes de la compañía Kanpai. Que asoma la serenidad. Que se produce el encuentro. Que, en esa sintonía, se alcanza la ‘Lathe biósas’ prometida.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 15 noviembre 2020 - 12:59 am
Categoría: General

David Barbero
-Me sitúo. Tuve ocasión de ver la obra ‘Viejo amigo Cicerón’ justo antes de que llegara el coronavirus. Hace un año. En 2019. No era ni par ni bisiesto. Durante el festival de teatro de Santurtzi, en el Teatro Serantes.
-En aquella ocasión, me di cuenta de que esta obra, además de ser fiel a lo sucedido en el tiempo de los romanos, estaba dirigida al momento presente. El espectador de hoy es el punto de referencia en la intencionada escritura de Ernesto Caballero, la cuidada dirección de Mario Gas y la muy matizada interpretación José María Pou. Tres grandes.
-Entonces, entendí que su deseo era provocar una reflexión sobre la necesidad de planteamientos éticos, justos y de convivencia en los gobernantes y en los ciudadanos. Asimismo es una denuncia de las ambiciones miserables y los egoísmos interesados que se ocultan bajo aparentes intenciones altruistas. Sobre todo, es una llamada a la responsabilidad personal.
-Esta tarde, he acudido al teatro Arriaga, para ver la misma obra, con el deseo de comprobar cómo encajan esas reflexiones en el nuevo panorama creado por esta conmoción social del confinamiento sanitario, la utilización política de esta catástrofe y las reacciones de la ciudadanía.
-Con ocasión de su presentación de Santurtzi, señalé la muy buena impresión que me produjeron los trabajos de Pou, de Gas y de Caballero. Tras la visión de esta tarde, mantengo ese reconocimiento a todos ellos. Y lo extiendo al trabajo interpretativo de Alejandro Bordanove y Marla Cirici.
-Deseo insistir en que hoy la obra me ha parecido especialmente preparada para este momento pandémico en muchos aspectos. Aunque sé que estaba escrita, ensayada y preparada antes de que esto sucediera. Me ha hecho reflexionar sobre algunos descubrimientos que esta catástrofe ha puesto todavía más en evidencia. Sobre cómo hemos construido una sociedad sobre bases equivocadas, egoístas, insolidarias, injustas y nada igualitarias. Sobre cómo los políticos, los poderosos y los gobernantes se preocupan muy poco de solucionar los problemas existentes. Y cómo se dedican a crear nuevos problemas con su ambición de más poder, más riqueza y más vanidad. Cómo los individuos nos hemos dejado arrastrar y contagiar por esos falsos y perjudiciales objetivos.
-Incluso me ha llegado la reflexión, viendo la obra, de que esta catástrofe podría ser utilizada para enderezar el rumbo de la sociedad, de las personas e incluso de los políticos y gobernantes. Pero, desde el mismo escenario, se asomaba el pesimismo de que como salida se apunta a más consumismo, más egoísmo y más insolidaridad.
-Me ha parecido muy pertinente la llamada a la responsabilidad personal. Incluso por encima de los riesgos y las negativas consecuencias que puede acarrear esa valentía. Y la última pregunta de la obra sobre lo que podemos –debemos- conseguir entre todos.
-Estoy especialmente interesado en resaltar la necesidad y la conveniencia de este tipo de teatro que hace reflexionar sobre la realidad actual. Como contra-espejo a los que reclaman que, en este momento, lo que hace falta es diversión para olvidarse de lo que está sucediendo.

Desde la fila tres del patio de butacas
Por David Barbero | 13 noviembre 2020 - 1:46 am
Categoría: General

David Barbero
-Comenzaré con una declaración de preferencias. Tengo una cierta prevención hacia los monólogos, ahora llamados unipersonales. He utilizado la palabra prevención. No he dicho rechazo. Me mantengo en esos límites.
-La prevención me viene del siguiente razonamiento. Creo personalmente que, en el teatro, las cosas tienen que ‘suceder’ sobre el escenario. No se deben ‘contar’ desde el escenario. Eso entra en el género narrativo.
-Hay otro motivo. En los últimos tiempos, un cierto tipo de monólogos ha adquirido notable popularidad. Sobre todo, con intención cómica. Hay un aspecto concreto que ha proliferado. La manera de enfatizar determinadas expresiones finales de frase para provocar la risa inmediata. Pero ese enfoque monocorde elimina la expresividad en el resto del parlamento. Y llega a impedir la emotividad en su desarrollo.
-No es que los unipersonales siempre sean narrativos. Ni todos tienen como único objetivo la carcajada al final de la frase. Conozco valiosas excepciones. Pero creo que existe una tendencia en tal dirección.
-Esa prevención me ha acompañado esta tarde cuando he ido al Teatro Arriaga para ver la obra unipersonal ‘Chicas y chicos’. Aunque tal sentimiento ha quedado contaminado con informaciones y reflexiones previas.
-En la información sobre el espectáculo y en sus dosieres, abundan las autovaloraciones positivas y laudatorias. Tales exageraciones no suelen ser buen síntoma. También se asegura que la obra tiene un planteamiento feminista, aunque haya sido escrita por un hombre, Dennis Kelly. La intérprete, Antonia Paso, trabaja normalmente en teatro dialogado. Éste es su primer monólogo. La directora, Lucia Miranda, lidera un proyecto en el que el teatro está unido a la intención educativa y de transformación social. Esta intención doctrinal puede ser un arma de doble filo. En ocasiones, es teatralmente enriquecedor. En otras, limitante.
-Así que, en la entrada del teatro Arriaga, me he enjuagado las manos con líquido desinfectante. Y el coco, con la esperanza en la promesa de que, esta vez, el tratamiento era ‘diferente’. Y también en el hecho de que, en la intención de todos, se trataba de la denuncia de un hecho tan horrible y deleznable, a la vez que muy extendido, de la violencia machista.
-Sin embargo tras ver la obra, en mi percepción subjetiva, ha resultado equivocada la elección del monologo. Y también el enfoque de sus tres cuartas partes hacia una interpretación frívola, para buscar la risa en los énfasis intencionados. Además de caer en la banalidad de numerosos tópicos previos. Esa elección y ese enfoque han debilitado, e incluso han impedido, la fuerza y la emotividad necesarias en la parte final, en la que incluía la denuncia de la violencia machista, horrible, deleznable y sin sentido.
-Por esa razón, – insisto en lo de subjetiva,- he titulado este comentario como una oportunidad perdida.

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